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Escribió Eduardo Haro Tecglen en El País que la inflación equivale a una “forma de distribuir los beneficios de la técnica y la economía de mercado”. Es razonable esperar que los enemigos de la libertad sean hostiles al mercado; después de todo, el mercado es donde los ciudadanos toman sus decisiones en paz, justicia y libertad, y por lo tanto los fanáticos partidarios de ideologías totalitarias –desde los fascistas y comunistas hasta los inquisidores cristianos y los fundamentalistas islámicas- lo han aborrecido siempre. Nada asombroso resulta, pues, que Haro Tecglen esté en contra del mercado; lo sería si estuviera a favor. Ahora bien, lo notable es cómo se le puede haber ocurrido que la inflación tiene algo que ver con la economía de mercado.

Veamos. La inflación no es que suban algunos precios. Es perfectamente comprensible que circunstancias varias, desde la escasez coyuntural hasta el progreso técnico, se traduzcan en cambios de precios relativos, y que unos precios puedan subir y otros bajar. La inflación, en cambio, es la subida sistemática media de todos los precios, o del nivel general de los mismos, y esto es algo que sólo puede producirse si cambian las condiciones monetarias.

Pero ¿qué tiene que ver la moneda con el mercado? La moneda es un monopolio público; las autoridades fuerzan a los ciudadanos a utilizar una moneda (dentro de nada nos van a obligar a emplear euros, no podremos elegir otra cosa), y organizan coactivamente el sistema financiero desde unos bancos centrales públicos y monopólicos. Uno puede tomar cualquier actitud a propósito de esto, puede decir que está bien o que está mal, puede aplaudir a los bancos centrales o aborrecerlos, puede regocijarse ante el euro o deplorarlo. Pero nunca, nunca se puede decir que los fenómenos monetarios de nuestro tiempo responden al mercado, puesto que las autoridades han expulsado al mercado de allí desde hace muchísimo tiempo. Si las condiciones monetarias se alteran y dan lugar a la inflación, pues, el mercado es completamente inocente de esa usurpación. Cuatrocientos años antes de Haro Tecglen, Juan de Mariana ya se había dado cuenta de que la inflación es un impuesto, y los impuestos son cosa de las autoridades, no del mercado.

Por fin, y hablando de políticos y de confusiones, el más ilustrativo titular de la semana fue este de La Gaceta: “El sector público genera más empleo en las CC AA con más paro”. Por desgracia, a los redactores no se les ocurrió este otro titular, más preciso: “Las autonomías prueban que el sector público es la causa del paro”.

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