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Dos perlas de Izquierda Unida. El inefable Gaspar Llamazares defendió la doble subvención del Gobierno vasco a los partidos políticos, espurio mecanismo mediante el cual los amigos de ETA cobran del contribuyente, con el argumento de que la financiación de los partidos políticos es “insuficiente”. Felipe Alcaraz, según informó El País, propuso “aumentar las ayudas públicas para evitar que los partidos se sigan endeudando y sufran presiones de los bancos al pedir condonaciones”.

La forma de hablar de estos señores revela una inquietante predisposición a desdeñar la crucial diferencia entre el Estado y los ciudadanos, entre la política y la sociedad: el uso de la coacción. La mayor parte de nosotros consideraría que lo que ganamos es “insuficiente” para los muchos objetivos loables y gratos que podríamos perseguir con más fondos. Pero nosotros no podemos exigirle al vecino que nos entregue su dinero. Los políticos sí pueden. En el hipotético caso de que a don Gaspar le preocupara la libertad, se cuidaría mucho de hablar así porque, en efecto, los recursos son siempre insuficientes, pero ello no es excusa para extender la coacción sobre los ciudadanos.

Lo de Felipe Alcaraz no tiene desperdicio. Quiere aumentar la presión fiscal ¡para que los partidos no se endeuden! Por supuesto, no se le ocurre recortar su burocracia y sus gastos. Eso es lo que hace la gente corriente que sólo vive de su dinero; Alcaraz, en cambio, vive del dinero de los demás. De ahí que le parezca mal que los partidos sufran presiones de los bancos ¡cuando van y dicen que no quieren pagar sus deudas! ¿Qué pensará don Felipe que nos sucede a los españoles de a pie? Igual cree que no sufrimos presiones y, sobre todo, que los bancos nos condonan las deudas, como a los partidos políticos. Pero se equivoca: nosotros sí somos responsables, pagamos nuestras deudas y jamás se nos ocurriría obligar al vecino a que nos las pague.

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