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Carlos Rodríguez Braun

Joaquín Almunia y los impuestos

El destacado político socialista es persona ponderada e inteligente, pero no titubeó en condenar la reducción de impuestos “cuando existen aún muchas necesidades públicas por atender”.

No está Almunia, desde luego, solo en esta idea; numerosas personas, incluidos algunos premios Nobel de Economía que hostigaron a Bush Jr. en un reciente manifiesto, piensan que cualquier reducción impositiva es en el mejor de los casos peligrosamente irresponsable. (Paréntesis osado: ¡un gobernante liberal debería guiarse más por sus principios que por sus asesores económicos!)

Es curioso que se teman los desequilibrios que pueda provocar una rebaja de impuestos, porque esos desequilibrios siempre han existido y han acompañado la mayor voracidad fiscal, que sistemáticamente ha sido aplaudida o justificada a partir de la necesidad de resolver desequilibrios o, como dice Almunia, satisfacer necesidades públicas.

El miedo a la rebaja impositiva se basa en un prejuicio, en lo que he llamado “la falacia del Estado que está”, que sostiene que las cosas que el Estado hace porque está no se harían si no estuviera; la falacia estriba, naturalmente, en que el Estado no tiene recursos sino que se los extrae a los ciudadanos.

La peculiar condición del Estado es lo que hace que la frase de Almunia sea un disparate. La posibilidad de utilizar los recursos ajenos es por definición ilimitada; así, no hay ninguna frontera a la expansión del Estado en función de las “necesidades públicas”. No es para nada casual que el intervencionismo se haya alimentado de los indefinidos “derechos sociales”, ni que el político que más ha pedido el aumento del gasto público y los impuestos en este país, Julio Anguita, no lo haya hecho nunca esgrimiento El Capital de Marx sino nuestra Constitución.

Pero como el Estado de Derecho y la libertad dependen crucialmente de un poder político contenido, cifrar el perímetro de la política en las “necesidades públicas” significa de hecho que las Administraciones Públicas pueden crecer hasta absorber la totalidad de los bienes y libertades de sus súbditos.

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