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Carlos Rodríguez Braun

La educación no acaba con la pobreza

La idea de que si aumenta el gasto en educación aumenta la riqueza puede ser exactamente falsa, en el sentido de que primero debe aumentar la riqueza y después la gente invierte en educación.

Leí en un anuncio sobre niños pobres de una ONG: "Tienen derecho a ir al colegio. Colabora con nosotros, porque la educación es la herramienta más poderosa para acabar con la pobreza".

Todo esto es tan políticamente correcto que nadie osaría cuestionar su veracidad. Y sin embargo, como diría el maestro Yoda, dudoso es.

Si la educación acabara con la pobreza, habríamos dado con la piedra filosofal y el bálsamo de Fierabrás. Todo sería enormemente sencillo: habría que quitarle a la gente el dinero y dedicarlo a la educación. Y así se acabaría con la pobreza. Fácil, ¿no?

Pues no. Lo que acaba con la pobreza es el trabajo de los pobres que quieren dejar de serlo, y para potenciar ese trabajo se necesita paz, justicia y libertad, no inversiones forzadas en educación, ni en I+D+i, ni en nada.

La idea de que si aumenta el gasto en educación aumenta la riqueza puede ser exactamente falsa, en el sentido de que primero debe aumentar la riqueza y después la gente invierte en educación. Pero esa prioridad tiene que ver con la libertad, y por eso es detestada por el pensamiento único, que no concibe que los ciudadanos puedan prosperar por su propio esfuerzo, en cuyo caso habría que dejarlos en paz y no fastidiarlos.

Esa noción obligaría a revisar los grandes dogmas de nuestro tiempo, por ejemplo, el "derecho a la educación", que en la práctica significa suprimir la libertad y que el Estado usurpe nuestros bienes y la capacidad de decidir sobre la educación de nuestros hijos.

Nada es perfecto, ni perfectamente malo. En el mensaje de la ONG hay una parte potente y liberal: "Colabora con nosotros". Sólo le falta percibir que colaborar a la fuerza no es colaborar.

En Libre Mercado

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