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Carlos Rodríguez Braun

Lacras y leyes

El tema de la siniestralidad laboral arreció en los años del PP, y el pensamiento único disfrutó haciendo aparecer a los empresarios y a la derecha como lo que cree que son: asesinos. Pero ya entonces la siniestralidad estaba bajando.

En páginas de información de El País leí sobre los accidentes laborales que se debe "intentar frenar esta lacra". En una entrevista en el mismo diario leí que urgía una legislación cinematográfica.

La palabra "lacra" remite a enfermedades o a vicios. Lo curioso es que en el mismo artículo, pero sólo en el cuerpo del mismo, se aclaraba que cada vez hay menos accidentes laborales.

El tema de la siniestralidad laboral arreció en los años del PP, y el pensamiento único disfrutó haciendo aparecer a los empresarios y a la derecha como lo que cree que son: asesinos. Pero ya entonces la siniestralidad estaba bajando. Los accidentes mortales por cada 100.000 trabajadores eran 14,3 en 1997 y hoy no llegan a siete. Medidos en números absolutos, dichos accidentes también están bajando desde hace un lustro: fueron 1.575 en 2000 y 1.369 en 2005. No estoy diciendo que esto sea motivo de desordenada satisfacción. Lo que digo es que cuando Dolors Hernández, responsable de salud laboral de UGT, lamenta: eEn valores absolutos no estamos disminuyendo la siniestralidad", proclama lo contrario de lo que indican las cifras de ese periódico tan simpatizante de los sindicatos y la izquierda.

El sesgo políticamente correcto del diario brilló una vez más en la entrevista que Javier Angulo le hizo a Pedro Pérez, presidente de la Federación de Asociaciones de Productores Audiovisuales de España. El señor Pérez, que para eso está, pidió castigar a los ciudadanos, con los argumentos habituales, alguno incluso gracioso: "Baste un dato: sólo el 14 % de los recursos necesarios para producir una película son ayuda directa del Estado". Le pareció que era un argumento concluyente contra los que hablan de "pesebrismo".

Lo que me asombró fue esta declaración: "Necesitamos urgentemente una nueva Ley del Cine". Quien realizó tan tajante afirmación ¡no fue el señor Pérez sino el periodista! En páginas de información, y sin suponer que estaba emitiendo una opinión tan cuestionable como las excusas proteccionistas de Pedro Pérez, al que fue incapaz de rebatir, don Javier Angulo se despachó con la más clásica de las ficciones intervencionistas: todo se arregla con una nueva ley. Y, como no hay dudas al respecto, sólo cabe sentenciarlo como si fuera una obviedad.

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