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Según Manuel Vázquez Montalbán, el gobierno de la Thatcher tuvo como “resultado nefasto la desarticulación de la cultura sindical y el empobrecimiento de las capas populares”. Como prueba citó las películas de Ken Loach.

Los gobierno de Thatcher y Reagan, bestias negras del pensamiento único antiliberal, fueron extraordinariamente favorables para la clase trabajadora, sea cual fuere el indicador que escojamos para ponderar su situación, e incluidos por supuesto el salario real y el nivel de empleo. Por lo tanto, lo del “empobrecimiento de las capas populares” es simplemente una patraña, no por repetida menos infundada.

La “cultura sindical” fue, efectivamente, combatida por Margaret Thatcher. Y las “capas populares” la respaldaron entusiastas por una razón muy sencilla: los gobiernos laboristas se habían convertido en esclavos de las mafias sindicales, que plagaron al país de huelgas en los años sesenta y setenta; la realidad sindical fue finalmente vista por los ciudadanos y por el Gobierno como lo que en realidad era: un chantaje de unas oligarquías de privilegiados –con multitud de liberados, copiosos subsidios, etc.-, enquistados sobre todo en las empresas públicas, en contra de la población. Los trabajadores saludaron con sus votos la decisión de Thatcher, igual que los trabajadores estadounidenses aplaudieron la decisión de Reagan de no dejarse chantajear por el sindicato de controladores aéreos.

El que Vázquez Montalbán recurra a un director de cine como Ken Loach para ratificar su diagnóstico económico revela dos viejas imposturas antiliberales. Por un lado, la endofagia; aquí sólo vale lo que dicen los artistas enemigos del capitalismo. Y por otro lado, la obstinación en dar la espalda a cualquier realidad que no encaje con los dogmas religiosos del antiliberalismo. Es un disparate nefasto, pero sumamente eficaz: aún se cree que Dickens pintó con precisión el deterioro en las condiciones de vida de los trabajadores británicos durante el siglo XIX, deterioro que jamás existió en la realidad.

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