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Carlos Rodríguez Braun

Llamadlo codicia

Sería como decir: "Todos sabemos que para que haya violadores tienen que actuar sus compañeros inseparables, los violados".

Con este título, el destacado escritor Rafael Argullol escribió un artículo en El País cuya tesis es, después de la que ha caído, que lo malo de verdad es ¡el capitalismo!

Tras una entrañable identificación del capitalismo con "el afán más o menos (!) desmesurado de riqueza", aborda un problema clásico de la política, la corrupción, y concluye: "todos sabemos que para que haya corruptos tienen que actuar sus compañeros inseparables, los corruptores", y apunta a los grandes culpables, los hombres de negocios.

Esto del corrupto/corruptor es en un sentido trivialmente cierto, pero en otro sentido bastante equívoco. Digamos, para que haya robo tiene que haber algo que robar, tiene haber propiedad privada. Ahora bien, a nadie se le ocurriría afirmar: "Todos sabemos que para que haya ladrones tienen que actuar sus compañeros inseparables, los propietarios". Sería como decir: "Todos sabemos que para que haya violadores tienen que actuar sus compañeros inseparables, los violados".

El señor Argullol no da ninguna señal de haber advertido dificultades o incoherencias de esta suerte, ni muestra ninguna percepción sobre la índole especial de la política y la legislación, sino que se concentra en las empresas como fuente de maldad, y atribuye la máxima responsabilidad al "círculo más poderoso: el formado por los corruptores de los corruptores". Ese modelo superior de perversión es "un señor, sino de la guerra, sí de las finanzas, alguien que está situado por encima de toda sospecha y que puede adquirir, si lo desea, acciones de partidos políticos, clubes deportivos y medios de comunicación indistintamente". (Cuando habla de estos siniestros personajes dueños de partidos y medios de comunicación cabe suponer que se refiere a partidos y medios cuya ideología predominante no sea la políticamente correcta.)

Tras cien millones de trabajadores asesinados por el comunismo con el argumento de que el capitalismo es explotador, don Rafael descubre que la codicia que arrasa el mundo es la "explotación capitalista", y maldice a los beneficios empresariales, que son (vamos ¿no lo adivina?) "obscenos".

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