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Carlos Rodríguez Braun

Los españoles no queremos pagar menos impuestos

En un partido como el PP, que presume de liberal y de liderar las propuestas de bajada de impuestos, es como mínimo alarmante que un jefazo económico hable de impuestos y no subraye que igual hay ciudadanos que preferirían pagar menos.

Álvaro Nadal, secretario de Economía y Empleo del PP, dice en Negocio: "El dinero de los impuestos lo pagan los ciudadanos y éstos a cambio quieren los mejores servicios públicos que esos impuestos pueden ofrecer. Impuestos eficientes y gasto público eficiente es lo que toda sociedad moderna y competitiva quiere". Soledad Gallego-Díaz afirma en El País que la reducción de impuestos planteada por el PP es "ultraliberal", lamenta que el PSOE entre en esta dinámica, observa que "las economías más prósperas no son, en absoluto, las que tienen un sistema fiscal más escuálido", y pregunta: "¿De verdad alguien cree que una de las grandes reclamaciones de los españoles en estos momentos es una rebaja de impuestos?"

En un partido como el PP, que presume de liberal y de liderar las propuestas de bajada de impuestos, es como mínimo alarmante que un jefazo económico hable de impuestos y no subraye que igual hay ciudadanos que preferirían pagar menos. Al contrario, al parecer aquí "lo que toda sociedad moderna" reclama son impuestos eficientes y no moderados. La explicación la da el propio Nadal: "Primero se determinan los gastos y quién es el mejor (el más competente) para llevarlo a cabo y después dentro de un esquema tributario eficiente y justo, se asignan los ingresos para atender esos gastos". No se puede ser más claro: lo primero es "determinar" los gastos, algo que no hacen los ciudadanos sino que obedece al cálculo político. Y a continuación "se asignan" las víctimas, algo que tampoco harán los ciudadanos, sino los políticos. Para colmo, don Álvaro asegura que esto es "lo que toda sociedad moderna y competitiva quiere".

El empleo del prefijo "ultra" es habitual entre los antiliberales; se trata de una maniobra inteligente, porque el prefijo virtualmente carece de connotaciones no peyorativas. Llamar a alguien "ultra", por tanto, lo descalifica de entrada. El problema es que si "ultraliberal" equivale a anarquista, al rechazo de cualquier institución política y legislativa, y debe equivaler a algo similar para tener algún sentido, entonces no hay nada más alejado del ultraliberalismo que el PP.

La realidad es más modesta que lo que pinta doña Soledad, porque ni el PP es partidario de acabar con todos los impuestos, ni el PSOE juega en ese terreno.

El argumento de que los países ricos no tienen estados escuálidos, otra vez, es hábil, porque aparentemente es cierto: el Estado francés es mayor que el boliviano, y los franceses son mucho más ricos que los bolivianos. La trampa estriba en creer que los países tienen primero impuestos altos y después prosperan gracias a ello, cuando lo razonable es lo contrario: primero generan riqueza y después pueden pagar impuestos más elevados (me ocupo de esta cuestión, y del papel del Estado en la riqueza de las naciones, en "De por qué los países ricos tienen Estados grandes", Panfletos Liberales, LID Editorial).

La pregunta retórica final de doña Soledad es análoga a la de don Álvaro: ambos conocen lo que quieren los españoles, y no es pagar menos impuestos. Ninguno de los dos percibe que los Estados intervencionistas y redistribuidores imponen lógicas extrañas. Típicamente, las personas suelen querer más gasto público y menos impuestos... si son ellas las beneficiarias en ambos casos. Quien corta estos nudos gordianos es siempre el que puede hacerlo: el poder político.

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