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Todo tiempo tiene su afán, y sus héroes. Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, bodrio pseudoprogresista donde los haya, aseguró que la izquierda, en su abnegado combate “contra las injusticias de la globalización propone nuevos héroes emblemáticos”: el subcomandante Marcos y el “campesino” francés José Bové.

Interesante. O sea, que los tipos ideales son, por un lado, un astuto y mediático impostor que utiliza a los indígenas y agita los convencionales y disparatados fantasmas del antiliberalismo; y por otro lado, un declarado enemigo del Tercer Mundo, que no acepta que los países pobres vendan sus mercancías en Europa.

El recelo izquierdista hacia la libertad prosigue con buen pie, y los señores como Ramonet aplauden cualquier iniciativa que comporte menos capacidad de decisión de los ciudadanos; quieren que suban los impuestos, sea para pagar la deuda, la tasa “Tobin”, una inversión “masiva” en educación, etc. Siempre más impuestos, nunca menos; siempre menos libertad, nunca más.

Por si todo esto fuera poco, Ramonet llamó “intelectuales de talla internacional” a personajes que están lejos de serlo, como Samir Amin, Armand Mattelart o Eduardo Galeano, que no sólo no se destacaron por criticar las dictaduras comunistas sino que jamás pidieron perdón por las tonterías anticapitalistas que vienen proclamando desde hace décadas.

Mi espíritu de cooperación, empero, no tiene límites y le propongo a don Ignacio otro héroe para su lista: Juan Carlos Rodríguez Ibarra, presidente de la Junta de Extremadura, que acaba de proponer aumentar los impuestos sobre los bancos en su Comunidad Autónoma. “Hay que sacar el dinero de aquel que lo tiene”, afirmó con la lógica letal de los socialistas; como se trata de satisfacer las “necesidades que tiene la región”, obviamente la capacidad de expansión fiscal no tiene más límites que el dinero que osen conservar aún los ciudadanos para sí, en la arriesgada hipótesis de que vivimos en un Estado de Derecho.

La clave de dicho Estado es la libertad individual y la contención del poder. Rodríguez Ibarra va en dirección contraria; afirmó que los bancos podrán deducirse este impuesto siempre que hagan obras sociales e inviertan en la región, con medidas y criterios que lógicamente fijará el arbitrio del poder político.

Con los héroes de Ramonet, y con personas como Rodríguez Ibarra, el resultado siempre será el mismo: menos justicia, menos libertad, menos riqueza. Y más socialismo, claro.

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