Menú

Adela Cortina, catedrática de Ética y autora del libro Por una ética del consumo, admite –y es un gran progreso– en una entrevista en ABC que los bienes de consumo contribuyen a la libertad, pero se apresura a añadir: “dejamos de ser libres cuando nos dominan y no los sabemos emplear correctamente”. Oiga ¿y cuándo sucede eso, y a cuántos?

El hombre dominado por las siniestras mercancías es una vieja patraña del pensamiento único antiliberal, y asombra que Cortina comente que el tema ha sido poco abordado: su bibliografía es copiosa y se inserta en las como mínimo centenarias críticas al materialismo del mercado. Una y otra vez los enemigos de la libertad han avisado de los enormes peligros derivados de que la gente es ambiciosa, codiciosa, egoísta, consumista y boba, lista a ser engañada por las empresas y su publicidad. La moraleja, claro está, es que no importará mucho si esa gente tan indeseable pierde su libertad en manos de ilustradas autoridades.

No ahorra tópicos esta profesora: “hay quien muere de hambre y quien muere de colesterol”, afirma, pero no se inquieta un segundo en aclarar que esta obviedad no quiere decir en absoluto que haya alguna relación entre ambas realidades.

Y por fin: “El consumo provoca delincuencia”. Señor, qué disparate.

0
comentarios