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Según Victoria Abril, “Islandia es un país donde se respeta la vida como en ningún sitio”. Esto es así, aclara la gran actriz española, por el control total que ejerce el Estado sobre la sociedad, y que para doña Victoria equivale al paraíso: “El Estado te protege y te cuida. Te paga por respirar. Es el primer país que vive en el siglo XXI, en una verdadera democracia”.

El desconcierto tiene, como es sabido, muchos matices, no sólo económicos. Los medios de comunicación saludaron la película islandesa 101 Réikiavik, en la que actúa Victoria Abril, como un “homenaje a la tolerancia...una apología de la libertad sexual”. Es imposible no secundar la tolerancia y la libertad. Pero en esta película, el personaje de Abril es una lesbiana que seduce a un joven mientras en realidad es la amante de su madre. En otras palabras, aquí se entiende la tolerancia como tolerar cualquier cosa, y la libertad como la libertad de hacer cualquier cosa, es decir, lo contrario de cualquier significado mínimamente consistente de las ideas de tolerancia y libertad.

En ese contexto se entiende el tribal disparate de aplaudir una sociedad en donde la coacción pública se extiende sin límites. Cuando la señora Abril dice que el Estado “te paga por respirar” no piensa ni por un instante en cómo te cobra el Estado, no sólo en dinero sino en libertad. Ese Estado, que por todo te paga y que en consecuencia por todo te cobra, es “una verdadera democracia”. Islandia ha conseguido una gran Victoria. Pero no la de la libertad.

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