Enciendo la radio y oigo voces que hablan de la familia. Confluyen en la conclusión. Las mujeres deben ganar lo mismo que los hombres y el Estado debe proteger a la familia gastando más dinero. Familiar.
La medida presuntamente progresista de forzar la igualación salarial entre hombres y mujeres ha tenido el resultado habitual: sustituir una desigualdad por otra peor. Ahora las mujeres padecen una tasa de paro que duplica y triplica la de los hombres. Progresista ¿no? Por un lado se urge a las mujeres a que trabajen (la familia es una institución opresiva ¿se acuerdan ustedes?), y por otro lado se les cierra la puerta del mercado laboral.
El “proteger” a la familia con más gasto público equivale a subir los impuestos, lo que reduce la riqueza de los ciudadanos y limita el empleo de todos, mujeres y hombres. Familiar.
Un periodista de ABC aduce que el caso Enron es culpa del “anarcocapitalismo”, como si se debiera a la ausencia de leyes, reglamentos y Estado. Leo un editorial de El País donde se denuncia correctamente el “capitalismo de compadreo” en EEUU, es decir, la complicidad espuria entre autoridades y empresarios, un viejo tema liberal apuntado ya, y con mucha severidad, por Adam Smith. En el mismo editorial, sin embargo, se repite sin rubor ni muestra de contradicción alguna que EEUU es “el paraíso del liberalismo”. Familiar.
Y Carlos Fuentes busca otra vez el falso equilibrio entre libertad y esclavitud, entre capitalismo y socialismo, como si fueran equivalentes y necesitáramos un promedio. Pero incluso en ese promedio se le escapa el sesgo antiliberal. Alude, en efecto, a “los estragos del estatismo excesivo por una parte y del mercado salvaje por la otra”. Bonito lenguaje. El Estado, todo lo más, es “excesivo”. El mercado, ya se sabe, es “salvaje”. Familiar.
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