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Carlos Sabino

El paro general consolida la oposición

Octubre ha sido el mes en que la oposición venezolana ha cosechado sus mayores éxitos desde que Chávez retornó al poder, el 13 de abril pasado. Una gigantesca manifestación de más de un millón de personas recorrió las calles de Caracas el día 10 de octubre para expresar su repudio al régimen socialista que se nos pretende imponer y exigir la renuncia del presidente. Todavía más contundente fue el paro cívico nacional del lunes 21, el cual dejó las calles desiertas e inmovilizó al país hasta el punto que Venezuela parecía abandonada, con la gente en sus casas expectante por el resultado final de la acción.

El paro, convocado por las centrales de empresarios y trabajadores y por una Coordinadora Democrática que reúne a infinidad de partidos y asociaciones civiles de oposición, fue acatado por más del 85% de las personas y culminó con manifestaciones de júbilo en varios puntos de la capital y muchas ciudades del interior. Todo resultó pacífico, ordenado e impecablemente democrático, pues el objetivo declarado de la paralización de actividades no era otro que exigir la realización de un referéndum consultivo para determinar si el pueblo quiere unas elecciones anticipadas que podrían sacar a Chávez limpiamente del poder.

Este verdadero plebiscito, sin embargo, no acaba de aclarar la compleja situación en que nos encontramos porque del lado del gobierno no existe la menor disposición a someterse a ninguna consulta popular. Con verdadero cinismo los principales voceros del chavismo negaron el éxito del paro –que todos podíamos ver con nitidez en las pantallas de la televisión– e insistieron en que no habrá elecciones en el país hasta el 2006, cuando según la constitución aprobada en 1999 –con muy pocos votos– correspondería elegir a un nuevo mandatario. Es más, el día anterior Hugo Chávez denunció una disparatada conspiración para asesinarlo, en realidad una conjura inventada para desviar la atención sobre el recio rechazo a sus pretensiones autoritarias por parte de alrededor del 75% de la ciudadanía.

El gobierno, en las últimas semanas, ha ido adquiriendo un cariz cada vez más represivo. Ha sacado tropas a las calles, ha promovido una rebelión en la Policía Metropolitana, ha destrozado la alcaldía de Caracas y ha intentado realizar allanamientos y detenciones de las figuras de la oposición. La activa participación de los vecinos, sin embargo, ha impedido que la policía política logre alcanzar todos sus objetivos de represión contra líderes políticos y militares retirados.

El reciente paro y la marcha del día 10 han mostrado, en la práctica, la orfandad absoluta de los exaltados que hoy detentan el poder. Pero Chávez y sus secuaces no están dispuestos a acatar la patente y abrumadora voluntad popular. Para solicitar un referéndum consultivo se necesitan más de un millón de firmas, que la oposición ya ha logrado reunir, pero también otras condiciones casi imposibles de alcanzar: que el Consejo Electoral las verifique –cosa bastante dudosa– y que la Asamblea Nacional lo apruebe, lo cual se hace difícil dada la mayoría que todavía tiene el chavismo en el congreso. Y, aunque se cumpliesen estos requisitos, quedaría por ver si el gobierno se aviene a permitir un acto electoral que, con toda seguridad, mostraría que carece por completo del apoyo ciudadano.

Mientras se completa este proceso, probablemente en diciembre, no queda otra cosa que esperar con paciencia a que el chavismo se debilite día tras día, sumido en su impotencia para actuar y en medio de una situación económica que se desploma y una creciente inflación. Chávez sabe perfectamente que ha perdido el apoyo popular y que, más tarde o más temprano, se verá obligado a salir del poder. Pero en Venezuela somos cada vez más los que entendemos que él no lo hará pacíficamente, que apelará a todos los recursos, incluso a los más brutales y dictatoriales, para aferrarse a su cargo. El futuro, por lo tanto, sigue para nosotros tan oscuro y lleno de presagios de violencia como cuando este aprendiz de déspota llegara –por una insólita combinación de circunstancias– a convertirse en presidente de la nación.

Carlos Sabino es corresponsal en Caracas de la agencia © AIPE .

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