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Carlos Sabino

La terrible encrucijada

Las encuestas más recientes informan que el presidente Chávez ha recuperado algo de su antigua popularidad, llegando hasta el 34% de apoyo personal. La cifra, que puede parecer bastante alta después de cuatro años en el poder, debe ser tomada sin embargo con cierta circunspección: son mucho menos los encuestados que consideran buena su obra de gobierno y la tendencia que se observa es otra vez hacia el descenso, descenso que seguramente será agravado en las próximas semanas por una pésima situación económica en la que predominan el desempleo, la inflación y un progresivo desabastecimiento.

Pero lo más interesante no es evaluar las fluctuaciones de este sector de la población que acepta o tolera un tipo de gobierno que es a la vez populista, socialista y autoritario, sino analizar lo que sucede con los otros dos tercios de la ciudadanía, los que se oponen sin reservas al proyecto cubanizante del agresivo caudillo militar. Las mismas encuestas –y cualquier conversación informal que uno sostenga en Caracas– sirven para describir un estado de ánimo de frustración y desmoralización, casi de apatía, en esta amplia franja de la opinión pública que ha luchado desde hace año y medio para terminar con el gobierno de Chávez y no ha logrado, en definitiva, ningún resultado concreto a su favor.

Ni las inmensas manifestaciones que se sostuvieron durante más de un año ni el Paro Cívico Nacional que duró 60 días alcanzaron para torcer la voluntad de un gobernante que se aferra al poder por todos los medios concebibles y que nada tiene que ver –por su actitud y su ideología– con los restantes presidentes de nuestra América: es más parecido a esos tiranos árabes que, como Gaddafi o Hussein, actúan como verdaderos amos de sus países o, sin ir más lejos, como el eterno Fidel Castro, que después de 44 años de dictadura sigue matando todavía a quienes se atrevan a hacerle oposición.

Ese 66% que adversa a Hugo Chávez se siente desmoralizado porque no encuentra ninguna vía factible para concluir la prolongada crisis en que se debate Venezuela. Una parte de estas personas, quizás la mitad, confía todavía en el camino que traza la Coordinadora Democrática, un agregado de partidos políticos y organizaciones civiles que busca a toda costa una solución pacífica y electoral, apegada a la constitución, a pesar de todos los obstáculos que en este sentido opone el gobierno. La otra mitad de la oposición, aproximadamente un tercio o más del electorado total, ya no cree en la posibilidad de esa salida, desconfía de sus dirigentes y no se siente representada por ellos.

Este sector de la opinión venezolana no cree que vaya a efectuarse un referéndum revocatorio para terminar con el mandato de Chávez o estima que, de hacerse, será manipulado de tal forma por el gobierno que sus resultados no tendrán ninguna validez. Piensa que los dueños actuales del poder encontrarán mil recursos aparentemente legales para no cumplir con las leyes, que irán dilatando las conversaciones mientras van completando, poco a poco, el total control del país. Algunas de estas personas sueñan todavía con algún tipo de pronunciamiento militar que ponga fin a la peculiar dictadura de Hugo Chávez; otras, más pragmáticas, obtienen sus pasaportes y se van del país, buscando en otros horizontes lo que ya Venezuela no podrá nunca darles.

La división de la oposición es un factor que juega, indudablemente, a favor de Chávez y de su proyecto político. Pero mientras ésta no tenga una conducción firme y decidida, mientras no deponga cierta ingenua creencia en la eficacia de las acciones legales y se encuentre como arrinconada y a la defensiva, muy difícilmente podrá avanzarse hacia la derrota del régimen. Estamos en un momento crítico que podrá sellar, por muchos años, el destino de la golpeada nación venezolana. Pero, con una ciudadanía sin ánimo para luchar, porque no confía en la combatividad de sus dirigentes, es muy difícil que pueda revertirse una situación tan peligrosa como la que vivimos en la hora actual.

Carlos Sabino es corresponsal de la agencia © AIPE en Caracas.

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