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Carlos Semprún Maura

Batiburrillos mediáticos

Lo malo es que si bien Sarkozy se ha apuntado un tanto, Gadafi también, y Libia sigue siendo una dictadura con petróleo, pero sin democracia.

Cabe preguntarse de qué se habla más estos días en Francia, si del dopaje en el Tour o de la liberación de las enfermeras búlgaras. A mí el Tour no me interesa, pero como leo la prensa y veo la tele no puedo evitar toparme con él. Me he dado cuenta que, desde hace unos cinco años, cada vez que un corredor que no es francés tiene posibilidades de ganar, automática y misteriosamente surgen sospechas de dopaje. Ya sucedió con Amstrong –que además era yanqui, ¡el colmo!– y ahora ocurre con el danés Rasmussen. Los franceses no tienen corredores, pero tienen el arma absoluta del dopaje para destruir a los campeones extranjeros. Yo no veo más que una solución: el dopaje obligatorio y republicano para todos. Bajo control médico, claro, no faltaba más.

El caso de las enfermeras búlgaras es infinitamente más importante, más político y más humano. Lo primero que salta a la vista es que después de ocho años y medio de cárcel y tres condenas a muerte en Libia, país que desprecia los derechos humanos y la democracia, es una buena noticia que sean liberadas estas enfermeras inocentes, que habían sido convertidas en rehenes. Desearía que pasara lo mismo con los tres soldados israelíes rehenes de los islamistas y con los demás rehenes en Afganistán, Irak y tantos otros países.

Como siempre sucede en estos casos de liberación de rehenes que tienen lugar en un contexto muy politizado y mediatizado, hay cosas que se saben y otras que se ocultan. Surgen así toda clase de sospechas, interpretaciones y fábulas no destinadas a conocer la verdad, sino a desprestigiar al adversario político. En este caso, la que está en el ojo del huracán político-mediático, es, claro, Cecilia Sarkozy, la esposa del presidente, cuyo papel ha sido tan positivo como discreto (por ejemplo, no ha concedido la menor conferencia de prensa, ni en Trípoli, ni en Sofía, ni en París). Desde su derrota electoral, la izquierda se limita a criticar a Sarkozy haga lo que haga y, en este caso, a Cecilia.

El argumento es: ¿con qué derecho o legitimidad ha hecho lo que ha hecho? El más memo de los memos de izquierda, el diputado verde Noel Mamere, ha declarado que Cecilia, al no haber sido "elegida por el pueblo", no tenía la menor legitimidad. Su gestión habría sido tan sólo el resultado de un "capricho del príncipe-presidente", un gesto real, incompatible con una república. Es tan tonto que ni siquiera se ha dado cuenta que quienes acompañaron en sus gestiones a Cecilia Sarkozy –la comisaria europea, la señora Ferrero-Waldner, y Claude Guéant, secretario general del Elíseo– no son tampoco "representantes del pueblo elegidos". Ni siquiera, por cierto, Bernard Kouchner, que es uno de los pocos ministros del actual Gobierno que no ha participado en las últimas elecciones. Argumento falaz, pues. Pero como dicen los beduinos: "Los perros ladran y la caravana pasa."

Lo malo es que si bien Sarkozy se ha apuntado un tanto, Gadafi también, y Libia sigue siendo una dictadura con petróleo, pero sin democracia.

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