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Carlos Semprún Maura

Cacofonías movilizadoras

Si mi padre, que murió en 1965, o personas de su generación fallecidas por semejantes fechas volvieran, como en un cuento de hadas, a nuestro planeta, me imagino que lo que más les sorprendería no serían los atascos de coches en las grandes urbes –y en el peor de todos: el atasco “verde” de estos días en París–, ni el número de televisores, de neveras, de máquinas para lavar vajilla o ropa, no, todo eso ya existía, sólo ha aumentado considerablemente. Aumento, por otra parte, previsible. Una de las primeras imagines que les extrañaría, podrían incluso asustarles (“todo el mundo se ha vuelto loco”), sería contemplar a cientos y miles de transeúntes hablando solos por las calles. Eso de hablar solo por las calles en voz alta ha sido siempre un grave síntoma de desorden mental, o de locura peligrosa. Además, fíjense como van todos con la cabeza inclinada y una mano en la mejilla, como si tuvieran tremendo dolor de muelas. Sí, lo que más asustaría a nuestros difuntos resucitados, sería la gigantesca epidemia de móviles que han transformado nuestras calles.

Si la hipocresía políticamente correcta de “Le Monde” también viene de lejos, su histérico acoso a Chirac le está convirtiendo en diario-basura. Este miércoles 25 de julio, dedica su titular y un artículo en primera plana, más tres apretadas páginas interiores, a los “líos” del Presidente con la Justicia, donde lo meten todo: infundios, rumores, mentiras, cualquier cosa, con tal de alimentar su campaña anti Chirac. Puro periodismo amarillo, pero eficaz, precisamente porque “Le Monde”, no tiene fama de ser amarillo, al revés. El pretexto es que han salido tres jueces que indagan para saber si Chirac ha declarado a Hacienda los fondos secretos que ha utilizado. Cuando todo el mundo sabe que el secreto de esos fondos es escapar al fisco.

¿Por qué no hay un juez que le pregunte a Jospin si ha declarado a Hacienda la utilización de los fondos secretos de que disponen los primeros ministros, sin comparación los más importantes, como él mismo reconoce? Pues él lo es desde 1997. Pero no sería políticamente correcto. Un amigo mío, redactor de las sesiones de la Cámara de los diputados, me contaba que la primera vez que recibió su sobre con billetes de 500 francos, se extrañó. En la secretaría del parlamento le explicaron que era para escapar a Hacienda. Sin darme cifras –en cuestiones de dinero los franceses son muy púdicos– me confesó que esos sobres aumentaban considerablemente su sueldo, disminuyendo sus impuestos. Si un humilde redactor goza de tales ventajas, ustedes me dirán lo que ocurre con altos funcionarios, ministros, sobre todo el primero, y desde luego, también el Presidente. Son cientos, pero sólo se acusa y se acosa a Chirac.

Resulta evidente que las violencias en Génova también se deben a la presencia de Bush y Berlusconi, portavoces de Lucifer para bastante gente intoxicada a diario por “Le Monde”, “El País”, otra prensa, muchas televisiones. Nadie ha señalado que los representantes ingleses, alemanes, belgas y, en parte, franceses dirigen gobiernos de izquierda. A mí no me han asustado, ni me asustan, las manifestaciones, incluso participé en bastantes, pero, a estas alturas, siempre me pregunto: ¿Cuál es el objetivo real y quién está detrás? Que ingenuos drogados de mentiras antimundialización –o sea anticapitalistas– protesten, no es de extrañar, pero nadie parece haberse percatado de que cuando la policía entró a saco en una escuela donde pernoctaban manifestantes, si no encontraron armas, encontraron docenas de ordenadores ultra sofisticados y otros utensilios de la modernidad global, todos ellos caros. ¿Quién paga? También encontraron móviles a granel, y así termino, como la pescadilla que se muerde la cola, mi carta de hoy.

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