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Carlos Semprún Maura

China, lluvia y presidente

La única ventaja evidente de la elección de Pekín como sede de los Juegos de 2008 (¡largo me lo fiáis!), es que todo el mundo, en Francia, se pone a hablar mal de China. Furiosos porque París no ha sido elegido, fingen descubrir que los comunistas chinos no respetan los derechos humanos, ni las más elementales libertades democráticas, y que el mes pasado hubo más ejecuciones en China que en el mundo entero durante un año; se recuerda asimismo el sangriento aplastamiento de la pacífica revuelta de Tienamnen, y algunas verdades más. No todas, no se pueden pedir peras al olmo, y por ejemplo, no se habla de la hambruna, con miles y miles de muertos, en inmensas zonas campesinas de la inmensa China. Pero cuando se trataba de vender TGV, o perfumes, o se invita al Presidente Jiang Zemin, con todos los honores a Francia, y hasta con el honor supremo de bailar un vals-musette con Bernardette Chirac, o cuando Jacques Chirac iba a Pekín, y cosas por el estilo, o sea hasta hace tres días, China era un gran país, con una gran cultura y una historia genial (y ofrecía portentosas posibilidades de mercado). Entonces no se hablaba de su sangrienta dictadura. Reina la hipocresía habitual y la rabia se cubre con el manto de los derechos humanos. Lo mismo con el jubilado Samaranch, si ha impuesto Pekín, es sencillamente porque fue un asqueroso franquista...

Debido al portentoso calentamiento del universo, con su efecto invernadero, llovía a cantaros y hacía mucho frío en el desfile del 14 de julio, por la avenida de los Campos Elíseos, la “más bella del mundo”, como dicen humildemente los franceses. Sabido es que, por primera vez, desfiló la Guardia Real a caballo y que el Rey Juan Carlos, era el invitado de honor. En la tribuna, el presidente Chirac, con gabardina, y Juan Carlos sin ella, resistieron estoicamente. Esto de la gabardina tiene un profundo simbolismo político, recuerden la de Aznar, en similares circunstancias.

Pero el punto álgido de esa jornada, fue la tradicional entrevista con el Presidente, en un muy modesto, adrede, despacho del Elíseo. Yo le pondría un 6,5, no llega al 7, sobre todo porque dedicó demasiado tiempo y no fue suficientemente tajante, frente al grotesco acoso mediático y judicial, en torno a sus billetes de avión pagados en efectivo. En relación con los fondos secretos, que representan cientos de millones de francos, y que se pagan en billetes, para mejor escapar al fisco, y se utilizan para favorecer al colaborador, la amante, la familia, la secta trotsquista, o la logia masónica, recordó que Maignon, sede del Primer Ministro, desde siempre, posee y distribuye el 95% de dichos fondos, mientras que la Presidencia sólo dispone del 5%. Fue bastante demagógico en cuanto al aumento “intolerable” de la inseguridad, y sobre todo en cuanto a las banalidades a la moda sobre el medio ambiente. Pero resulta que los gamberros quisieron darle razón, y este 14 de julio, por la tarde y noche, en muchos arrabales parisienses, se incendiaron casas, tiendas y sobre todo coches, con inaudita furia, y por primera vez en un día festivo, tradicionalmente dedicado al baile, ligue, bebercio y fuegos artificiales.

La eficacia de las críticas del Presidente a la política económica y social del Gobierno, y su ausencia de reformas, se puede medir por la velocidad y el nerviosismo con que todos los ministros socialistas entonaron el coro de las plañideras atenienses: “¡No es verdad, no es verdad, lo hacemos muy bien!” Como siempre, el que más se lució, con su torpe mala fe, fue el primer secretario del PS, el cómico François Hollande. La campaña presidencial ha comenzado y va a ser particularmente bestial. Las navajas no van a permanecer “tiritando bajo el polvo”, mucho tiempo.

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