Al día siguiente de que el presidente Chirac pronunció en Chambon sur Lignon su discurso contra el racismo, el antisemitismo y demás manifestaciones de intolerancia, seis gamberros criminales agredieron a una joven madre de 23 años y a su bebé en un tren de cercanías parisino. Las cosas como son, estas agresiones son frecuentes. Al descubrir en su documentación que estaba domiciliada en el distrito 16, uno de ellos decretó que era barrio judío, y que por lo tanto su víctima lo era. Entonces se pusieron a cortarle el pelo a navajazos, a desnudarla pintando cruces gamadas nazis sobre su vientre, a pegarla tirando su bebé por los suelos, a insultarla y, cuando el tren paró en una estación, se largaron tranquilamente llevándose todos los pertrechos de la infeliz joven. Ninguno de los viajeros presentes en el vagón hizo absolutamente nada para ayudarla. Se limitaron a mirar intensamente por las ventanas.
El distrito 16 no es un “barrio judío”, y la víctima de las jóvenes bestias, por lo visto, tampoco. Pero me parece sintomático del clima antisemita, con sus delirios, que reina en muchos arrabales y barriadas francesas en donde se intenta reproducir una parodia de la intifada palestina. Porque claro, la guerra árabe israelí sirve de “coartada” de izquierdas al desarrollo del antisemitismo, y si una mayoría de origen magrebí y africano participa en este delirio muchos franceses, de extrema – o no- izquierda, les acompañan tal y como se vio durante las manifestaciones contra la intervención en Irak, con pancartas y gritos de - ¡Mueran los judíos! y hasta - ¡Hitler tenía razón!
Lo más probable es que estos jóvenes bárbaros, asimismo magrebíes y negros, no estén en absoluto politizados, iban a lo suyo; a robar y a divertirse un rato maltratando a una infeliz madre, pero el clima es tal que utilizan argumentos políticos antisemitas para justificar sus fechorías.
Simbólicamente el Presidente Chirac eligió la aldea de Chambón sur Lignon, situada en una de las regiones protestantes de Francia, no lejos de Albi, la cual, durante la ocupación nazi, se unió para esconder y proteger a familias judías de la deportación. El discurso del Presidente fue bien acogido, pero me temo que al querer denunciarlo todo el racismo, el antisemitismo, la xenofobia – y por qué no el SIDA y en cáncer – no denuncie nada en concreto. Porque si muchas intolerancias efectivamente existen, el fenómeno más negativo y pujante es el odio a los judíos.
Muchos consideran que las palabras no bastan, que son necesarios actos, o sea, represión. Me temo que una represión imbécil en la que, por ejemplo, decir o escribir ‘maricón’ se condene a meses de cárcel, decir o escribir ‘malditos judíos’ o ‘puercos moros’ a años de cárcel y cosas por el estilo. Situación absurda, imposible, repugnante. En cambio, lo que podría hacerse, y no se hace, es castigar las agresiones violentas, los incendios de las sinagogas, los atentados, etcétera. Que no se sustituya una intolerancia civil por una intolerancia estatal. También los hay que proclaman que lo esencial es la educación cívica que comenzaría en las escuelas. Muy bien, pero para ello habría que transformar la Educación Nacional, porque hoy día los Liceos constituyen – junto a algunas facultades universitarias – los hogares del más violento antisemitismo. Se llega incluso al extremo que muchos profesores ni se atreven a analizar, en sus cursos sobre la II Guerra Mundial, los campos de exterminio nazi, porque muchos de sus alumnos consideran que se trata de una “mentira sionista”. Las cosas, por dejadez ciudadana y por cobardía gubernamental, han llegado a una situación que será muy difícil corregir.