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Carlos Semprún Maura

Está resultando aburrido

Como previsto, la huelga general del 10 de junio fue menos importante que la del 3 y muchísimo menos que la del 13 de Mayo, o sea, que como la luna de Cayetano Veloso, el movimiento es menguante, pero prosigue. Fue perceptible desde la mañana, ya que había correo y periódicos en los quioscos. Los más activos huelguistas estuvieron en los transportes, y vale la pena recordar que su estatuto particular sobre pensiones no se toca en la reforma, lo cual demuestra que sólo es un pretexto para armar jaleo “antiliberal”.

Aún más movilizó la enseñanza, que se merece capítulo aparte. Como siempre asistimos a la batalla de cifras sobre el número de huelguistas y de manifestantes y, como son menos, las exageraciones sindicales son más. En París hubo violentos disturbios al final de la manifestación, Plaza de la Concordia. El corresponsal de El País, escribe que la policía achaca dichas violencias a grupos “anarquistas”, lo cual sería posible en otros casos, pero ocurre que los comandos violentos arbolaban la bandera de la comunista CGT. Los violentos quisieron atacar la Asamblea Nacional, sita exactamente enfrente de la concordia, en la otra orilla del Sena, como hicieron las “ligas” de derecha extrema, o no, el 6 de Febrero de 1936, por odio a la democracia parlamentaria, y después de varios escándalos financieros. Rechazados por la policía con granadas lacrimógenas y cañones de agua, se desparramaron por todo el barrio, y algunos se refugiaron en la Opera, anulando una representación de Cosi fan Tutte. Podría decirse tutte o “tutti”, porque jamás la extrema izquierda se ha parecido tanto a la extrema derecha.

Mientras tanto, en el Parlamento, se celebraba, no una ópera de Mozart, sino un vodevil punk. Los diputados comunistas, para fastidiar, se pusieron a cantar La Internacional, y la mayoría respondió con La Marsellesa. Como los comunistas son treinta, sus voces fueron fácilmente aplastadas. Lo cual permitió al tremebundo Presidente de la Asamblea, Jean-Louis Debré, hacer gala de un inhabitual sentido del humor, interrumpiendo la sesión, ya que el hemiciclo se había convertido en “concurso de canto”. Como en su discurso el primer ministro Raffarin, había acusado a los socialistas de pensar más en su partido que en su patria, estos se ofendieron y abandonaron el paraninfo para refugiarse en los retretes.

Los sindicatos de enseñanza, que desde hace semanas constituyen el fer de lance, o sea, lo esencial del movimiento, al mismo tiempo que lanzaban sus comandos en los disturbios callejeros, se reunían con el ministro de Interior, Sarkosy, y el de Educación Nacional, Ferry, para proseguir las negociaciones. El gobierno, siempre acobardado sobre este tema, hizo algunas concesiones, sobre todo presupuestarias. A cambio, los sindicatos prometieron garantizar los exámenes, y concretamente el bachillerato. Pero ¿qué valor pedagógico tendrá un diploma obtenido en tales circunstancias?

En este clima socialmente “caliente”, en donde el cabreo de los usuarios, de las familias, ante las escuelas y guarderías cerradas, de las pymes, hartas de perder dinero, etcétera, casi se olvida que las tropas francesas están interviniendo en África (Costa de Marfil, Congo “democrático”, Liberia), con o sin el “aval” de la ONU. No las acuso de crímenes de guerra (no sé), ni siquiera afirmó que sean inútiles, o peligrosas, en cambio afirmo que son mucho más turbias, que la limpia y necesaria intervención aliada en Irak, que, con caradura impresionante, las autoridades francesas siguen criticando, aunque sotto voce, para seguir en el terreno del canto.

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