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Carlos Semprún Maura

Europa sí, así no

Es cierto que los acuerdos de Copenhague sobre la ampliación de la UE, son algo así como históricos, pero cuidado con no caer en optimismos exagerados, las dificultades son grandes y los peligros acechan. Uno de ellos que se puso de manifiesto en la capital danesa, es el de Turquía, porque, pese a todo lo dicho, Turquía no es europea, ni geográfica, ni histórica, ni cultural, ni políticamente. Y me temo que el Presidente de la Convención, Giscard d’Estaing, tenga toda la razón cuando afirmando ésto, añade: si Turquía entra, es el fin de la Unión. El aquelarre ha sido tal en esa cumbre, y sobre este tema, que se ha decidido que países absolutamente europeos como Bulgaria, Rumanía, Serbia, etc, van a tener que esperar a 2007, para que se discuta de su adhesión, mientras que Turquía sólo hasta 2005. ¿Según qué criterios? La arrogancia de los dirigentes turcos en Copenhague no se debe solamente a su mala educación, como lo lamentó Chirac, personalmente agredido, sino, claro, al apoyo de los USA, y de varios dirigentes europeos, entre ellos, desgraciadamente, Aznar.

Esto demuestra solamente que los USA también pueden equivocarse y hay que decirlo claramente. Tantas ínfulas de independencia europea frente a los USA, para rajarse siempre al final. La paradoja, en este como en otros casos, es que tanto los USA, como Canadá o, pongamos, Chile y Argentina, son mucho más europeos que Turquía, desde el punto de vista del tipo de civilización. Añadiré que si amplios sectores de la izquierda europea consideran que la entrada de Turquía es progresista, no sólo no se dan cuenta de que defienden los intereses de su peor enemigo, el “Gran Satanás”, sino que manifiestan una forma de colonialismo perverso: la metemos y así la sometemos. Pues ni “meterla” ni “someterla”. La UE podría tener excelentes relaciones con Turquía, como con otros países vecinos pero no europeos. Evidentemente, lo de querer meter a Turquía en la UE, con calzador yanqui, no es el único problema. Tal vez no estaría mal empezar por definir qué Europa quieren los europeos, porque no está nada claro.

Hablando de otra cosa, me alegré leyendo hace unos días en la prensa que las Academias de Ciencia y Medicina francesas, habían declarado oficialmente que los productos transgénicos no constituyen el menor peligro para los consumidores y que, además, son consumidos desde hace años, con infinitas ventajas, en países como India, China, en las Américas, etc. Esto debería acabar con toda la demagogia política seudocientífica de los anticapitalistas y de su figurón grotesco, José Bové. A no mucho tardar, los acuerdos de Kioto serán declarados acientíficos ¡y pensar en tantos Gobiernos y medios como se creyeron ese bulo, únicamente porque favorecía la propaganda antiyanqui!

En política interior, este fin de semana, ha sido divertidísimo. Los Verdes, también en pleno viraje verbal hacia la izquierda, han sido incapaces siquiera de elegir al sustituto/a, de Dominique Voynet, y los socialistas reunidos para entablar lazos con su base, que por lo visto no tenían, han hecho el ridículo, con sus lamentos. En realidad, fue el primer secretario, el pobre François Hollande, quien intentó reforzar así su poder en el PS. Pues el tiro le ha salido por la culata.

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