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Carlos Semprún Maura

Evasiones sospechosas

Me recuerda un cuento de Poe. Nadie podía entrar o salir, para cometer el crimen, por una apertura tan pequeña y resultó ser un mono amaestrado, pero la fuga de Fernández Iradi de la comisaría de Bayona es todavía más inverosímil. La prensa rechaza la posibilidad de complicidad por parte de algún policía. Pues si no es complicidad, es imbecilidad, porque no sólo el etarra se habría fugado por un conducto de ventilación cuya apertura es de 20 centímetros sino que atravesó la comisaría, trepó las altas verjas de protección y desapareció, pese a cinco policías de guardia, las cámaras de vigilancia y toda la indumentaria de seguridad más moderna, dicen. Claro que los policías podían dormir, jugar al tute o a la belote, fornicar alegremente con putas, si las había detenidas, o mirar un partido de fútbol por televisión. Sarkosy los ha cesado fulminantemente, en espera de los resultados de la investigación policial. Le Figaro de este lunes, recuerda que es la tercera fuga de etarras estos últimos meses. Está claro que algo falla en el sistema, porque si las detenciones prosiguen, las fugas se repiten.

Esto me recuerda la metedura de pata de la petite chérie de Mitterand, como a veces califica la prensa a Elisabeth Guigou. Habiendo increpado, en una emisión de televisión, al ministro de Interior, sobre la brutalidad de la policía, dando el ejemplo de una señora maltratada en una comisaría de la Seine-Saint-Denis, arrabal parisino, por donde es diputada, Sarkosy la propuso públicamente, visitar juntos dicha comisaría para indagar el caso. Mientras tanto la señora “maltratada” declaró a la prensa que no era cierto, que eso de los malos tratos era una invención de la exministra. El día previsto, Sarkosy se presentó en dicha comisaría, pero Guigou no apareció. Toda la prensa se mofó de ella. Ahora bien, afirmar que la policía francesa no comete brutalidades sería, por lo menos, exagerado, hasta se le ha dado un nombre: bavures, pero este caso concreto ha demostrado más bien la frivolidad de la petite chérie.

Como la princesa aquella, el PS está triste. Sesudos dirigentes han decidido que lo que les faltaba era ideología, y se han puesto a fabricar ideología, como otros fabrican zapatos. Se han enfurecido con el supuesto giro “gauchista” de los Verdes. Pero lo cierto es que existía un “espacio ecológico”, bastante popular –¿quién no se interesa por el medio ambiente?–, del que se han apoderado veteranos izquierdistas, en su mayoría maoístas, para trepar. Empezaron por arrinconar a los fundadores, como Lalonde y Waechter, llegaron a consejeros municipales, algún alcalde, algún diputado y hasta ministros. Pero la ecología les importa un bledo. La derrota de la izquierda, también ha sido su derrota, y también están tristes.

Ocurre que una herida de nada, un simple rasguño acaba siendo un cáncer mortal. Eso es lo que está ocurriendo en la costa de Marfil, y la cirugía militar francesa está resultando ser el clásico remedio peor que la enfermedad.

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