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Carlos Semprún Maura

Guerra y humillación

Al día siguiente del nuevo crimen de ETA en Santa Pola el editorial de El País, del lunes 5 de agosto, fue un nuevo y buen ejemplo de periodismo basura, empleando adrede el término del presidente Aznar, que estuvo muy comedido para designar a los batasunos. Claro que al día siguiente del atentado que mató a una niña de seis años y a un señor que esperaba un autobús —prueba evidente de su culpabilidad, no se esperan autobuses inocentemente—, los señoritos de El País, ante la emoción y el cabreo populares, utilizaron tintas más suaves que de costumbre, sobre todo cuando escribe Cebrián, pero el mensaje fue el mismo: la culpa del terrorismo la tiene el Gobierno, “pero evítese el Gobierno descargarse de culpas echándoselas al vecino”. ¿Qué vecino? ¿PNV? ¿Batasuna, y por lo tanto ETA? ¿Serán estos los vecinos sin culpas, ya que la culpa de todo la tiene Aznar? Pues sí, esta es la línea política del diario polanco-felipista, que cualquiera que sean los vericuetos utilizados apoya a ETA. Incluso si a veces publica artículos claramente anti ETA, como los de Savater (ese agente doble) no lo hace, en absoluto, por un “vasquismo” fanático sino por una concepción mafiosa de la política: todo sirve para reconquistar el poder y sus infinitos placeres.

Como vivimos en sociedades sin memoria, muchos se han olvidado del GAL y cómo actuó en aquellos felices tiempos en los que casi toda Europa era socialburócrata, y el paro batió todos sus records olímpicos, otro olvido. Tiempos en los que González y Mitterand acordaron, emulando a la mafia de Nueva York, que contrata a matones de Chicago para cometer crímenes más impunemente, contratar a matones del hampa francesa para matar a supuestos dirigentes de ETA. Y como se les pagaba por cadáver, esos “profesionales” no se mostraron muy meticulosos en la selección de sus víctimas. Todo eso se sabe, pero se ha olvidado, y el principal culpable, quien “se enteró por la prensa”, se autoriza a dar lecciones de moral y eficacia al mundo entero sin que nadie se atreva a echarle en cara: “¿Y usted qué hizo contra ETA cuando era presidente del Gobierno?”

El Gobierno actual, en cambio, mantiene en la difícil lucha contra el terrorismo, más difícil aún debido a la compleja red de complicidades de la que se benefician los asesinos etarras, y que va desde el nacionalismo “moderado” hasta los antigobierno de toda índole, pasando por El País y otros medios, mantiene, digo, un respeto absoluto de la legalidad democrática hasta el punto de que, a veces, algunos se irritan: ¿qué esperáis para ilegalizar ya de una vez a Batasuna? ¿No está claro que ETA y Batasuna son las dos caras de la misma moneda? ¿Y además, no lo han vuelto a afirmar tras el crimen de Santa Pola? Pero la complicidad funciona a todos los niveles, sobre todo en la oposición y en su prensa, y se basa en el sectarismo político: todos los enemigos de mis enemigos son mis amigos. Se basa también en el anhelo de “normalidad” de la gente (fuera del país Vasco, se entiende, allí la normalidad es el terror), en el egoísmo, en el miedo. Y así va a celebrarse, como si no pasara nada, un nuevo Festival de Cine de San Sebastián y todos, críticos, cineastas, actores, miembros del jurado... saldrán en la foto, nos hablarán de arte y sexo, de imágenes y negocios, de atún a la bilbaína... y el resultado será un maletín que se entregará a ETA con dinero para comprar explosivos y seguir matando a niños y personas que tienen la osadía de esperar autobuses. La normalidad. ¡La mierda, vaya!

Pero si con los fallos y errores de toda empresa humana el Gobierno mantiene una lucha contra ETA, en muchos aspectos ejemplar debido a su respeto de la democracia, en otros, relacionados estos a la lucha contra el terrorismo internacional son los fallos y errores los que son ejemplares. Me refiero, claro, al terrorismo palestino y más generalmente al territorio islámico. Puede entenderse que el Gobierno se interese ante todo por el terrorismo que actúa y mata en España, pero eso no justifica una actitud ambigua, y hasta cómplice, frente al terrorismo islámico. En este sentido, pese a las diferencias evidentes, y aunque por diversos motivos no parezcan haberse enterado, la situación de Aznar y Sharon coincide en un punto: Aznar se ve acusado en España de ser el principal culpable del terrorismo etarra y Sharon se ve acusado, en el mundo entero, de ser el principal culpable del terrorismo palestino. Y le acusa hasta el propio Aznar, lo cual es el colmo.

En efecto, cuando Aznar fue presidente de turno de la Unión Europea, ¿qué intentó para cambiar una política de subvenciones al territorio palestino y de sanciones económicas, y sobre todo políticas, contra Israel? Nada. Peor fue cuando la bomba israelí que mató a un dirigente de Hamas y a nueve niños. No hay que olvidar que los terroristas palestinos siempre utilizan a niños para protegerse y que las madres salen por televisión declarando: “ya he entregado dos de mis hijos a Alá, pero me quedan ocho que espero sacrificar”. Alá es un buen pretexto porque, en realidad, reciben 25 mil dólares de Irak por cada terrorista suicida que logra su cometido, o sea, que mata a niños, mujeres, ancianos, lo que sea. Aznar dijo en esa, y otras ocasiones, que era criminal y absurdo, ya que los terroristas palestinos estaban preparando... una tregua.

¿Quién se cree que los terroristas palestinos estén preparando treguas cuando se les paga por matar? Recientemente, y pese a los evidentes horrores de la guerra, el Gobierno israelí ha vuelto a proponer a la Autoridad palestina un nuevo acuerdo parcial de retirada de tropas a cambio del cese del terrorismo. Pero inmediatamente Hamas ha declarado que ¡ni hablar! Es el cuento de nunca acabar. Pero ¿cómo la UE y el Gobierno Aznar, realmente democráticos, pueden valorar más y mejor a los movimientos terroristas palestinos y a una “Autoridad” sin existencia real, fruto de cambalaches internacionales, modelo de dictadura y corrupción que sólo vive de subvenciones de Arabia Saudí, de los Emiratos y de la UE y cuyo objetivo es la destrucción de Israel que, con un gobierno de unión nacional, democráticamente elegido, se enfrenta como puede al más salvaje de los terrorismos y que comparándolo con el de ETA este resulta enclenque?

No enfrentarse a los países árabes, todos anti Israel, no cortar las rutas del petróleo, no agravar las tensiones internacionales... Tantos noes no constituyen una política, más bien es una rendición. Cuando los acuerdos de Munich, en 1938, en los que Francia y Gran Bretaña claudicaron ante Hitler, Churchill sentenció: “Habéis preferido la humillación a la guerra, pues tendréis guerra y humillación” En eso estamos.

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