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Carlos Semprún Maura

Inquisiciones fallidas

Periódicamente, surge del pantano de la progresía parisina un intelectual que quiere desempeñar un papel de Pére-Fouettard o de Torquemada, y señala los herejes para la hoguera, aunque, claro, gracias a la democracia burguesa, dichas hogueras sean hoy meramente simbólicas. Hubo, para citar sólo algún ejemplo: Jean Kanapa, Jean-Paul Sartre, Regis Debray, Pierre Bourdieu, etc, y ahora salta al ruedo un tal Daniel Lindenberg, con un libro cuyo título es todo un poema: Rappel à l’ordre (Llamada al orden). Encuesta sobre los nuevos reaccionarios, que ha armado un escándalo, que intuyo será efímero, porque la cosa no da para más, pero ha suscitado las más variopintas protestas, lo cual es lógico, ya que los acusados son de lo más variopinto. ¿Qué tienen en común, en efecto, Michel Houellebecq, Regis Debray, Marcel Gauchet, Alain Finkielkraut, Pierre Manent, Pierre-André Taguieff y otros, como el actual ministro de Educación, Luc Ferry, aparte de haber publicado libros? Pues existe en este ataque, una coherencia enmascarada, y profundamente reaccionaria, nada nueva, viejísima, tan vieja como el estalinismo, porque, como ya dije en varias ocasiones, mucho de la leyenda, de los “héroes”, y de los métodos del comunismo, han sido integrados por la socialburocracia.

Cuando se sabe que el autor es militante del PS y, sin ser hasta la fecha conocido del público, está bien integrado en los círculos de izquierda, en torno a la revista Esprit, las ediciones Du Seuil y en ciertas fortalezas universitarias; que fue maoísta en sus mocedades, que confiesa sus simpatías por Lionel Jospin y está vinculado al sector más folclórico de su partido, los Montebourg, Dray y otros montoneros, los objetivos de su libro son clarísimos. Los nuevos reaccionarios se escudan tras su condena del totalitarismo, para criticar a la izquierda, y concretamente al PS, Mayo 68, el Islam (?), defender el neoliberalismo, la mundialización, los USA, Israel, y sobre todo, ¡ay! sobre todo, serían culpables de la derrota del PS, y de sus diminutos aliados, en las últimas elecciones. Esto explica, entre otras cosas, que le ponga a Houellebecq en su lista negra, porque este novelista, tan poco político, tuvo la mala ocurrencia de firmar un documento llamando a votar Jean-Pierre Chevenement en las presidenciales. Lo mismo ocurre con otros condenados. Para mí, Chevenement es un viejo reaccionario, pero para el autor rompió la fórmula mágica, aquella de “izquierda unida jamás vencida”.

Resulta evidente que sobre temas como el Islam, o Israel, la mundialización, el liberalismo, Europa e incluso sobre el contenido realmente moderno de la democracia, los acusados tienen opiniones diferentes y, sobre algunos de estos temas, opuestas, pero eso le importa un bledo a nuestro Torquemada. Lo que le interesa, como anuncia su título, es exigir de todos una disciplina férrea en las filas o al servicio del PS, para reconquistar el poder, y las alusiones a Mayo 68, el feminismo y otras modas, recuerdan la campaña de Mitterand hace 21 años, con su demagogia barata, en la que llegaron a proclamar que iban a “cambiar la vida”. Bobadas.

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