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Carlos Semprún Maura

Las bofetadas simbólicas

Lionel Jospin recibe simbólicas bofetadas, una tras otra, y no se inmuta. También es cierto que sigue esperando los Reyes Magos, y que la mayoría de los medios informativos le apoya, que los sondeos no son malos –pese a que los de Chirac sean mejores–, y que el Gobierno, el suyo, pero también otros, constituyen eficaces instrumentos de propaganda y demagogia. Si muchos consideraron que el Consejo constitucional se había pasado de la raya, al censurar la ley sobre la “modernización social”, argumentando que no era de su incumbencia, nadie dice lo mismo en relación con Córcega. De paso, señalaré que dicho Consejo ha censurado nueve veces al Gobierno Jospin, un récord absoluto. Anticonstitucional es que la Asamblea corsa dicte o adapte las leyes de la República, esto sólo incumbe al Parlamento francés, y anticonstitucional es convertir la enseñanza del corso en obligatoria. Es un derecho, no un deber. Pero todas las tendencias de la mayoría plural tienen la solución: fusilar a los siete miembros del Consejo, considerados de derecha, y nombrar a otros, de izquierda, no faltaba más.

El problema corso es, sin embargo, mucho más amplio y grave que esta sensata decisión del Consejo Constitucional. No cesan los asesinatos y los atentados. Y si el Tribunal de Córcega ha condenado a tres años de cárcel al prefecto Bonnet, es porque ha juzgado algo de lo que nadie habla: un conato de “antiterrorismo” a lo GAL, y no el vodevilesco intento fallido de incendiar un restaurante... por gendarmes. El Otegui corso, Talamoni, amenaza con represalias. Córcega es un cáncer inoperable, hasta que no se invente una nueva cirugía.

La ex super ministra Martine Aubry, alcalde de Lille y redactora-jefe del proyecto de programa del PS para las próximas elecciones –muy discutido en su propio partido–, reapareció por televisión para defender dicho programa. Como en los reportajes que acompañaban la entrevista, el Reino Unido salía con mejores resultados económicos que Francia, y un imprudente comentario en off señalaba que esto se debía a su “política resueltamente liberal”, la ex ministra se puso frenética. Los socialistas franceses odian a Toni Blair, y más aún al liberalismo. “¡En Lille hemos recibido a siete enfermos ingleses, ya que sus listas de espera son catastróficas!” se exclamó. Lo cual es cierto, y los británicos lo saben e intentan buscar remedios.

Me llamó la atención que nadie, ni la responsable de la emisión, Christine Ockrent –esposa, dicho sea de paso, del ministro delegado para la Sanidad, Bernard Kouchner–, ni los periodistas presentes –desde luego, de izquierdas–, nadie cumplió con su deber informativo, preguntando a la principal responsable del caos de la Sanidad en Francia qué opinaba de la mayor huelga, de todas las profesiones de salud que ha conocido este país en toda su historia. Esto, que está en marcha desde hace dos meses, y que puede ser peligroso para los enfermos, no es culpa del “egoísmo” de los médicos, servicios de urgencia, enfermeras, etc, que protestan, sino más bien del gobierno socialista y la política de aquelarre de sus ministras. Leo en la prensa que la ausencia de Bernard Kouchner era una forma florentina de criticar a su ministra, Elisabeth Guigou, la cual ha heredado la patata caliente de la invencible Martine Aubry, hija de Jacques Delors.

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