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Carlos Semprún Maura

Las manos sucias

Las actividades inmorales de Strauss-Kahn consistieron en dar consejos jurídicos y económicos, millonariamente remunerados, para los trapicheos de la Mutua estudiantil, cuyos negocios sucios condujeron a la cárcel a varios de sus responsables.

Me ha escrito un internauta más furioso que Orlando. Después de insultarme porque no tengo Internet ni ordenador, me acusa de mentir en relación con Dominique Strauss-Kahn, que va a sustituir a Rodrigo Rato en la dirección del FMI y que según él es un paradigma de todas las virtudes. No sé si recordarán que escribí que Strauss-Kahn tuvo que dimitir del gobierno Jospin, acusado de corrupción. Lo que no precisé, porque se trataba de un inciso, y es lo que indigna a mi furioso Orlando, es que salió del tribunal libre y sin condena. Pues fue algo curioso y poco frecuente, porque el presidente del tribunal, en sus conclusiones, se permitió un sermón en el que le dijo a Strauss-Kahn que si bien consideraba sus actividades inmorales no se habían descubierto datos suficientes para condenarle.

Las actividades inmorales de Strauss-Kahn consistieron en dar consejos jurídicos y económicos, millonariamente remunerados, para los trapicheos de la Mutua estudiantil, cuyos negocios sucios condujeron a la cárcel a varios de sus responsables. No soy el único en seguir pensando que existían datos suficientes como para condenarle, aunque fuera a una pena leve y simbólica. Sin embargo, tanto el tribunal como el ministro de Justicia debieron considerar preferible no sancionar a un líder político como Strauss-Kahn, lo cual debió cabrear tanto al presidente de esa sala que se dedicó a insultarlo sin atreverse a condenarlo. Yo no miento, Orlando internauta. Puedo equivocarme y me equivoco, me puede fallar la memoria, pero no miento.

Y ya que estamos en el terreno de la ética en política, el culebrón de la financiación de los partidos, el de la Alcaldía de París en tiempos de Chirac y otros mil más distan mucho de haber sido todos juzgados, y menos mal. Lo digo en serio: algo de corrupción, no demasiada, me parece preferible a una justicia totalitaria. La operación italiana mane pulite, por ejemplo, siempre me ha parecido un aquelarre en el que, además, apenas se metieron con lo peor, o sea, la Mafia.

Si bien Bernard Kouchner recibió una mordida de Total, y por eso dice hoy que la empresa debe permanecer en Birmania, lo más escandaloso para mí sigue siendo el caso de Jean-Christophe Cambadélis. Cuando era diputado del partido socialista, este lugarteniente de Strauss-Kahn comenzó una investigación parlamentaria sobre un negrero, gerente de hogares para inmigrantes que había convertido en tugurios infames, pero por los cuales recibía subvenciones y cobraba alquileres. Luego, cuando perdió su escaño, aceptó de ese mismo negrero un confortable sueldo mensual para que no viera, no oyera, no hablara. En este caso, los tribunales juzgaron y condenaron tanto al negrero como a Cambadélis, pero este último recibió una pena leve y simbólica. Ahora que de nuevo es diputado, el muy sinvergüenza cree que puede dar clases de moral, de ética y de socialismo moderno a las masas.

Me dicen que para ser un buen director del FMI más vale ser corrupto. Me pregunto si no estarán exagerando...

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