Me ha escrito un internauta más furioso que Orlando. Después de insultarme porque no tengo Internet ni ordenador, me acusa de mentir en relación con Dominique Strauss-Kahn, que va a sustituir a Rodrigo Rato en la dirección del FMI y que según él es un paradigma de todas las virtudes. No sé si recordarán que escribí que Strauss-Kahn tuvo que dimitir del gobierno Jospin, acusado de corrupción. Lo que no precisé, porque se trataba de un inciso, y es lo que indigna a mi furioso Orlando, es que salió del tribunal libre y sin condena. Pues fue algo curioso y poco frecuente, porque el presidente del tribunal, en sus conclusiones, se permitió un sermón en el que le dijo a Strauss-Kahn que si bien consideraba sus actividades inmorales no se habían descubierto datos suficientes para condenarle.
Las actividades inmorales de Strauss-Kahn consistieron en dar consejos jurídicos y económicos, millonariamente remunerados, para los trapicheos de la Mutua estudiantil, cuyos negocios sucios condujeron a la cárcel a varios de sus responsables. No soy el único en seguir pensando que existían datos suficientes como para condenarle, aunque fuera a una pena leve y simbólica. Sin embargo, tanto el tribunal como el ministro de Justicia debieron considerar preferible no sancionar a un líder político como Strauss-Kahn, lo cual debió cabrear tanto al presidente de esa sala que se dedicó a insultarlo sin atreverse a condenarlo. Yo no miento, Orlando internauta. Puedo equivocarme y me equivoco, me puede fallar la memoria, pero no miento.
Y ya que estamos en el terreno de la ética en política, el culebrón de la financiación de los partidos, el de la Alcaldía de París en tiempos de Chirac y otros mil más distan mucho de haber sido todos juzgados, y menos mal. Lo digo en serio: algo de corrupción, no demasiada, me parece preferible a una justicia totalitaria. La operación italiana mane pulite, por ejemplo, siempre me ha parecido un aquelarre en el que, además, apenas se metieron con lo peor, o sea, la Mafia.
Si bien Bernard Kouchner recibió una mordida de Total, y por eso dice hoy que la empresa debe permanecer en Birmania, lo más escandaloso para mí sigue siendo el caso de Jean-Christophe Cambadélis. Cuando era diputado del partido socialista, este lugarteniente de Strauss-Kahn comenzó una investigación parlamentaria sobre un negrero, gerente de hogares para inmigrantes que había convertido en tugurios infames, pero por los cuales recibía subvenciones y cobraba alquileres. Luego, cuando perdió su escaño, aceptó de ese mismo negrero un confortable sueldo mensual para que no viera, no oyera, no hablara. En este caso, los tribunales juzgaron y condenaron tanto al negrero como a Cambadélis, pero este último recibió una pena leve y simbólica. Ahora que de nuevo es diputado, el muy sinvergüenza cree que puede dar clases de moral, de ética y de socialismo moderno a las masas.
Me dicen que para ser un buen director del FMI más vale ser corrupto. Me pregunto si no estarán exagerando...