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Carlos Semprún Maura

Les precieuses ridicules

Recuerdo muy bien la escena y el escenario. Esa tarde de junio, en la bella terraza de nuestros amigos, en Plan de la Tour, volvíamos de la playa hartos de sol. Charlábamos con Gonzalo, de visita, con un chejoviano médico jubilado, otros amigos y sus gigantescos perros. Yo hojeaba Le Monde y me topé con un reportaje sobre los “intelectuales revolucionarios”, convertidos en altos cargos de grandes empresas capitalistas. No se citaba a Jean Baudrillard, el niño bonito de las agencias publicitarias y el exegeta de la espiritualidad del terrorismo, pero sí, entre otros, a un ex ministro de Felipe González (no entiendo como se sigue dándole honores y prebendas ¿no ha muerto?), nombrado para un sabroso cargo de Viven di Universal, quien declaraba: “Allí, como en todas partes, defenderé la excepción cultural europea”. Recuerdo muy bien haberme reído con sorna: menuda chorrada huera es eso de la excepción cultural, cuando, además, todo el mundo sabe que Vivendi es el mayor importador de productos norteamericanos.

Seis meses más tarde, su señorito, Jean-Marie Messier, arma un escándalo fenomenal, declarándose resueltamente “imperialista”, y siéndolo, exaltando el “modelo USA”, afirmando difuntas y enterradas todas las excepciones culturales. Nuestro ex ministro no se inmutará, dirá que Marx fue siempre internacionalista, y que, por lo tanto, su señorito es un marxista objetivo. ¿Qué más da, con tal de forrarse?. Es cierto que las declaraciones de Messier son de aquelarre, salvo en la cuestión de la “excepción cultural”, que si nada tiene de cultural, es una realidad burocrática y comercial.. Para entender, piensen en la política “cultural” de la Generalitat: todo lo catalán se ve generosamente subvencionado, sin tener para nada en cuenta los criterios de calidad artística, y todo lo no catalán está arrinconado, y cuando es posible, machacado. No siempre es posible, pese a los esfuerzos de Pujol y compinches.

En Francia ocurre lo mismo, solo que multiplicado por diez: cualquier aborto televisivo o cinematográfico recibe subvención con tal de que sea francés;, y, como en Cataluña, la calidad disminuye en proporción al aumento de las subvenciones estatales. No es de extrañar si las declaraciones de Messlier han escandalizado a productores, directores, críticos y a la mismísima jefe contable, Catherine Tasca, quien finge ser Ministra de Cultura, al ver a uno de los suyos —y uno de los más potentes— romper el consenso. También es cierto que las diversas declaraciones del nuevo rico “imperialista”, resumidas en un largo artículo en Le Monde de ayer, son francamente repugnantes. Su moraleja podría resumirse en una fase, en inglés: of course: “Goog for Vivendi, is good for you”.

Con un cinismo planetario, intenta convencernos de que la mejor respuesta a los atentados criminales del 11 de Septiembre ( sí, sí ¡se atreve a hacer publicidad con esos muertos!), consiste en reforzar Vivendi y sus socios norteamericanos, incluso en los países árabe-musulmanes, que nada tiene que ver con el terrorismo, ya que según nuestro humanista imperialista, estos son extraterrestres que ni siquiera han leído el Corán. Ni él, ni sus furibundos adversarios, hablan de esa cosa frágil, pero esencial, que nada tiene que ver con las guerras comerciales y el imperialismo empresarial, que no coinciden siempre con la positiva libertad sin aranceles, y que yo calificaría de: Eine kleine nacht music, para que me entiendan en Murcia.

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