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Carlos Semprún Maura

Lo que el viento se llevó

En los pocos debates políticos de este fin de semana se comentaron las declaraciones de Ségolène Royal, que asistió a la toma de posesión de Barack Obama: "Obama se ha inspirado totalmente en mis tesis, dice lo mismo que yo. Me ha copiado".

Este fin de semana, como era de esperar, toda la actualidad informativa se centró en la tremenda tempestad que arrasó el suroeste de Francia y que continuó hasta Perpiñán. Es normal que una tempestad de este calibre –con vientos a 170 kilómetros por hora y que ha ocasionado destrozos por doquier y parones en la electricidad, los transportes o los aeropuertos– se comente con profusión, pero me han irritado el victimismo de los comentarios y sobre todo la reiteración de las imágenes (alrededor de 20 o 30 veces), como si no nos hubiéramos enterado de lo que decían, que era exactamente lo mismo en todas las ocasiones.

Estos vendavales han tumbado como si fueran soldaditos de plomo de batallas infantiles los árboles y el cableado y los postes eléctricos, de modo que 1.700.000 hogares se quedaron sin electricidad. Esta cifra ha ido disminuyendo gracias a las obras de reparación, pero lo cierto es que mientras escribo estas líneas aún quedan 600.000 hogares sin electricidad. Esto plantea una cuestión, digamos, técnica que ya se discutió tras otra tormenta parecida en 1999: ¿por qué no se entierran los cables eléctricos? "Porque es demasiado caro", respondió el propio Nicolás Sarkozy, de gira por la zona. Ahora bien, cabe preguntarse, ¿cuánto cuestan estos destrozos? Y es que los postes no sólo se caen en este tipo de condiciones excepcionales, sino también con cualquier nevada fuerte, como ocurrió hace pocas semanas en Alta Saboya y otras regiones. EDF afirma que ya están enterrando sus cables, pero a un ritmo lento, pues les resulta caro. Tan lento que ni se nota.

Esta vez París no ha estado en el "ojo del huracán", pero en 1999 sí lo estuvo. Fue más breve y de hecho, a la mañana siguiente las calles tenían un aspecto extraño, casi poético. El Bois de Boulogne se parecía a un campo de ruinas silvestres, el de Vicennes; cruzamos varias veces en coche el Bosque de Bolonia para visitar a unos familiares en Neuilly. Era un espectáculo bastante impresionante ver a todos esos venerables árboles por los suelos. El viento incluso hizo estragos en el Jardín del Luxemburgo, en pleno centro de París. Pero resulta que pocos años después, volví a cruzar el Jardín del Luxemburgo y sólo cuando salí por la verja de la calle de Conti me di cuenta de que ya había recobrado su aspecto normal: no quedaba ni rastro de la tormenta.

Para terminar, una nota de alegre optimismo y además de cariz político: en los pocos debates políticos de este fin de semana se comentaron las declaraciones de Ségolène Royal, que asistió a la toma de posesión de Barack Obama: "Obama se ha inspirado totalmente en mis tesis, dice lo mismo que yo. Me ha copiado". ¡Estamos salvados!

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