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Carlos Semprún Maura

Los paraísos artificiales

Ante el anuncio de mil propuestas y proyectos que hizo ayer François Fillon en Lyon para estimular y reactivar la economía, me entran ganas de decir: faltan los instrumentos liberales que nos permitirían "ganar la guerra" contra la crisis.

En su libro Piloto de guerra, Sanint-Exupery cuenta sus experiencias durante la drôle de guerre entre septiembre de 1939 y mayo de 1940. Estaba alojado en una granja y tenía como huésped a un campesino solitario. Un día, cuando se centó a cenar con Saint-Exupery, éste le dijo:

  • Hoy hemos probado los nuevos aviones de caza. Son estupendos. ¿A que no adivina cuántos artefactos nuevos tienen?
  • No sé cuántos tienen, pero sé los que faltan.
  • ¿Los que faltan? ¿Y eso?
  • Faltan los que nos permitirían ganar la guerra, porque la vamos a perder.

Ante el anuncio de mil propuestas y proyectos que hizo ayer François Fillon en Lyon para estimular y reactivar la economía, me entran ganas de decir lo mismo que aquel campesino: faltan los instrumentos liberales que nos permitirían "ganar la guerra", no contra los alemanes, sino contra la crisis. Y además, ¿mil medidas? ¿Quién se lo cree? Asistimos –y no sólo en Francia– a un renacimiento de las supersticiones anticapitalistas; se está declarando por doquier la muerte del "neoliberalismo" e incluso del capitalismo. Sin duda, es absurdo: no existen soluciones socialistas, sino sólo capitalistas, a los problemas. Pero todo esto envalentona a la izquierda y especialmente a la extrema izquierda a manifestarse, ponerse en huelga, gritar y competir para saber quién es más de izquierdas. Desde ayer les ha tocado el turno a los investigadores científicos, que se han declarado en huelga contra un proyecto de reforma de su profesión, con el apoyo por motivo políticos del sindicato estudiantil socialista de la UNEF.

Los sindicatos de investigadores acusan al Gobierno y a su Ministerio de querer someter la investigación a la economía (y algunos añaden al "Gran Capital"). Es cierto que la investigación científica (en un sentido amplio, no sólo biología, química, física, matemáticas... sino también filosofía, ciencias humanas, sociología o historia) va mal –como casi todo– en Francia. Ahora bien, aun cuando no pueda afirmar que esta reforma sea la mejor del mundo, los argumentos que se dirigen en su contra son francamente demagógicos y del todo punto delirantes. Es de sentido común que la investigación en ciertos sectores debe tener como objetivo lograr resultados concretos; el significado de "resultados concretos" está claro en cuestiones de salud o de nuevas tecnologías, pero en filosofía, ciencias humanas, literatura o historia son infinitamente más especulativos.

Hace ya bastante años, Claude Lefort, que se había pasado de la enseñanza universitaria alCentre National de la Recherche Scientifique(CNRS), me contaba que se había encontrado con una sinecura: le pegaban un sueldo mensual y su única obligación era presentar un texto de 50 páginas una vez al año. Él empleaba todo el tiempo libre subvencionado a escribir sus artículos y sus libros. Otros lo empleaban a jugar al golf. Claro que también hay un golf de izquierdas...

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