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Carlos Semprún Maura

Los perros ladran y el Discovery pasa

según pronunciaban una vez el nombre Discovery en tono de película-catástrofe, repetían diez veces el desastre del Columbia en Febrero de 2003, para demostrar que los Estados Unidos son un coloso con pies de barro

El odio no es buen consejero, dicen que dice el refrán, y en los altibajos de la mala fe pública hemos llegado a una cumbre casi comparable a la histeria de cuando la intervención militar en Irak. Pero entonces, la tapadera era rentable, porque aullar a la paz en un continente de jubilados siempre es rentable. La magnífica aventura del Discovery constituye un buen ejemplo. La afición al sensacionalismo, tan frecuente en los medios, no explica las ansias evidentes para que esa aventura terminara en catástrofe y así, según pronunciaban una vez el nombre Discovery en tono de película-catástrofe, repetían diez veces el desastre del Columbia en Febrero de 2003, para demostrar que los Estados Unidos son un coloso con pies de barro. Cuando el Discovery volvió a la Tierra sin problemas, se apresuraron a declarar que casi fue un fracaso. Nadie recordó que los Estados Unidos son el único país  –con la excepción de Rusia– que envía cohetes con tripulación, que se pasea por la Luna, que alcanza Marte, etcétera, y que, así lo espero, con todas estas experiencias también prepara una defensa militar para una futura “guerra de las estrellas”.
 
Otro objeto conocido de su odio es Israel, y particularmente Ariel Sharon. Éste prepara, pese a los obstáculos, la retirada de Gaza cómo bien es sabido, y como oficial y diplomáticamente el gobierno francés apoya de boquilla este paso pacífico, los medios galos no atreviéndose a condenar esta iniciativa de Sharon. Declaran que será imposible y jalean a los ultras israelíes que se oponen y, perdiendo los estribos, presentan al que tanto insultaron cuando era primer ministro, Netanyahu, como un héroe nacionalista, porque también se opone y dimite. Pero hay cosas aún peores, porque ya no se trata sólo de los medios y de una opinión pública tan frecuentemente “muniquesa”, también se trata de los gobiernos y de las instituciones de la UE. Sabido es que Irán ha dado un nuevo salto a sus orígenes revolucionarios islamistas jomeinistas: la “elección” del ultra Ahmadineyad, y la reanudación de su programa nuclear militar, constituyen datos evidentes de esa radicalización. Tampoco hay que exagerar, pese a lo que dice tanta prensa, Irán, ayer, no era un país islámico “reformista y moderado”, a menos de aceptar que puede haber asesinos moderados, lo cierto es que la situación ha empeorado y se habla de “crisis internacional grave”. ¿Qué propone la UE? Munich, un nuevo Munich, negociar, sólo negociar, o sea, vulgarmente, “bajarse los pantalones”, y rogar a Irán que cuando tenga la bomba H, no la arroje sobre París, sólo sobre Tel Aviv, porque “allí me las den todas”. La prensa nos explica que Europa no quiere ninguna guerra, y que los americanos metidos en los líos de Irak –e Israel, en los suyos de Gaza– no pueden hacer la guerra. Por lo tanto la única solución es negociar ... la rendición.
 
No es necesario ser un experto militar para afirmar que un bombardeo de las instalaciones nucleares iraníes es tan factible como la aventura delDiscovery, o incluso una amenaza contundente de bombardeo, como lo hizo Kennedy cuando Kruschov instaló sus cohetes nucleares en Cuba, también lo es. Tampoco debe olvidarse que Israel destruyó las instalaciones nucleares de Irak, que Francia ya le había regalado a Sadam Hussein. A propósito de temas nucleares y bombardeos. Se ha conmemorado los de Hiroshima y Nagasaki, otro buen pretexto para atacar a los Estados Unidos y exigir la paz universal. Lo que nadie dice es que dichas bombas A, efectivamente tremendas, terminaron tajantemente con la llamada “guerra del Pacífico”. Dejo al cuidado de nuestros catedráticos de la Complutense el recuento de los muertos que esas terroríficas bombas, lograron evitar.

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