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Carlos Semprún Maura

Monsieur le president

Con docenas de miles de asesinatos islámicos y un 30 por ciento de parados, Argelia recibe estosdías la visita oficial del presidente Chirac. Gran jolgorio por las calles, muchedumbres; lógico, estamos en carnaval y es la primera vez que un presidente francés visita Argelia desde su independencia. Con este viaje, Chirac reafirma la “gran política árabe” de Francia, que tantos éxitos y prestigio le están procurando, pero lo que a fin de cuentas logren cosechar es harina de otro costal. Es más que probable que, del mismo modo que el luto le sentaba bien a Electra, la postura anti-Bush y pro-Sadam le vaya bien a Chirac en las calles de Argel. Así por lo menos, y durante unos instantes, se podrá olvidar de la mala situación económica de su país: reformas estancadas, déficit en aumento, también paro y despidos por doquier. En este sentido, resulta inverosímil que a estas alturas, cuando se trata de empresas privadas, Presidente y Gobierno se permitan insultar a los patrons voyous, mientras que cuando se trata de empresas estatales como SNCF (ferrocarriles), Banco de Francia, France Telecom., etc., todos hablen de “inteligentes planes de reorganización de las empresas”.

La semana pasada, y curiosamente en Le Figaro, Lionel Jospin, prosiguiendo su furtivo come back, le felicita a Chirac, como toda la izquierda, por su postura –porque de eso se trata, pues no llega a política– anti-Bush, le exige firmeza hasta el veto en el Consejo de Seguridad, y le aconseja que, pase lo que pase, hay que mantenerse al margen de la guerra, pero protagonizar la paz. Aunque no es necesaria para el petróleo, habla de “democratización”, reconociendo implícitamente que para democratizar Irak primero hay que intervenir militarmente. Como Jospin no es Kissinger, su cinismo resulta ingenuo y torpe. Que Francia tiene potentes intereses petroleros en Irak, todo el mundo lo sabía, y lo ha confirmado estos días Roland Dumas –“blanqueado” por los tribunales y presente en todos los platós de televisión para promocionar su libro–, quien se vanagloria de haber lanzado a ELF (hoy Totalfina-Elf) a la conquista del petróleo iraquí cuando era ministro de Exteriores de Mitterand, y eso pese al embargo.

Aunque todavía muy minoritarias voces se alzan para criticar la postura antiyanqui de Chirac. Tratándose de la clase política, sólo Bernard Kouchner protesta desde la izquierda; pero en el seno de la mayoría presidencial son varios, procedentes sobre todo de la difunta “Democracia Liberal”, quienes se preguntan públicamente si ese apoyo implícito al tirano Sadam no sólo es inmoral sino políticamente peligroso, ya que rompe la necesaria solidaridad de los países democráticos y, de paso, está destruyendo la UE. Alain Madelin fue el primero y el más firme en este sentido; pero hasta en el ex RPR, convertido en UMP, el partido del Presidente, diputados como Pierre Lellouche, con más precauciones oratorias, expresan las mismas inquietudes.

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