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Carlos Semprún Maura

Morriña y saudade

Esta campaña presidencial es aburridísima. Desde luego, la repetición engendra monotonía, pero no creo que sea únicamente por haber asistido a tantas, que ésta me resulte sosa. La candidatura de Chirac, anunciada en Aviñón, el pasado lunes 11, estuvo bien, animó el espectáculo, pero luego todos volvieron a dormir la siesta. No cabe la menor duda, sin embargo, de que se están jugando cosas importantes para el futuro de Francia y de Europa. Detrás de los mascarones partidistas, dos concepciones se enfrentan, la soberanista, socialburócrata, o no, pero que en todo caso sitúa el Estado hasta en las duchas, y la reformista, no muy liberal, pero infinitamente más que la otra.

A vuelapluma, puede decirse que Philippe Seguin (RPR) y Martine Aubry (PS), están más de acuerdo que ésta y Strauss-Kahn, o Laurent Fabius, por ejemplo. En el rito dominical del debate político, ahora electoral, por televisión, le tocó a Fabius celebrar el triunfo del euro, y defender el PS y a su líder, Jospin. Un ejercicio de equilibrista difícil, cuando se sabe que todo un sector del PS, y sus juventudes, le consideran como un social-traidor, y que los jóvenes socialistas en una reciente asamblea, cantaban: “Aubry en Matignon, Fabius en prisión”. Fabius será un excelente contable, pero no tiene carisma.

Tampoco lo tiene Alain Madelin, presidente de “Democracia liberal”. No sé a cual de los ilustres difuntos, Freud o Gallup, habría que consultar tal vez según el rito vudú, para saber porqué esos y otros, no tienen carisma, pero el caso es que Madelin, quien muchas veces dice cosas inteligentes, es una catástrofe en los sondeos. Ese mismo domingo, en otra cadena y a otra hora, defendió con argumentos sensatos, lo que la prensa califica de “eje” Aznar, Blair, Berlusconi, o sea, una Europa un poquitín más liberal. En este sentido, me llamó la atención que en su ejercicio malogrado de equilibrista, Fabius se atreviera a afirmar tranquilamente, que en el Reino Unido “no se puede tomar un tren”, para defender los servicios públicos à la française, que es el primero en criticar. Como todo mentiroso, puso en ristre “la verdad”, como máximo valor añadido.

Ya que nos aburrimos aquí, nos vamos a Cuba, paraíso de la alegría caribe y de las jineteras althuserianas, pues en La Habana, se ha celebrado una Feria del Libro, con Francia como país invitado. El comisario político del ministerio de la Cultura, sección libros, Michel Duffour, pronunció varios elogios fúnebres, pero la estrella del sarao fue Ignacio Ramonet, besado durante cinco horas seguidas y en público por el mismísimo Fidel Castro. Su libro, Propagandas silenciosas, en el que denuncia el cine, pero sobre todo la televisión, porque no dedican todas sus cadenas y 24 horas al día, a difundir el pensamiento de Stalin, fue elegido libro del siglo, nuevo “libro rojo”, de la revolución antimundialista, y algunas cositas más. Ignacio Ramonet, que ya no puede volver a su casa, porque está tan inflado que no entra por la puerta, es el director de Le Monde Diplomatique, la “Pravda” de ATTAC, publicación del grupo Le Monde, cuyo único sueño es convertirse en PRISA. En su último número, relata el magnífico evento, con una logorrea publicitaria, como ya quisiera Frederic Beigeder, ilustre payaso televisivo, y nuevo consejero publicitario de Robert Hue. Los extremeños se tocan.


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