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Carlos Semprún Maura

Mucho ruido y tristes nueces

Nos contaba Mario Vargas Llosa, hace unos cuarenta años, que durante una huelga con manifestaciones violentas en Lima contra un dictador, no recuerdo cuál, pero es que en Perú más bien sobran, un líder estudiantil volvió de una de esas manifestaciones a la sede del “comité central de huelga” estudiantil, vociferante y entusiasta: “¡Tenemos un muerto! ¡Tenemos un muerto!”. Lógicamente recordé esta siniestra anécdota al constatar la reacción de algunos –tampoco fueron tantos en Francia–, quienes también se han puesto a gritar, muy ufanos: “¡Tenemos un muerto en Génova!”. Desde luego, es una desgracia que un carabiniere perdiera su self control, y espero que toda persona con un mínimo de sentido común hubiera preferido que se le “desarmara” a Carlo Giulani de un porrazo. A ser posible, claro. Pero ver sólo violencia policial en ese caos, aprovechar ésta para acusar a Berlusconi (que no es santo de mi devoción) de todos los crímenes y ganar así lo que perdieron en las urnas, intentar separar hipócritamente los buenos manifestantes con carnés de partidos de izquierda y de gobierno de los malvados incontrolados anarquistas y demás ralea, me parecen nauseabundas sutiliezas de los aparatos, considerando el caos y la violencia generalizada en Génova.

Los que más se han lucido por lo que he leído en este intento de recuperación simbólica de un cadáver, son los socialistas galos. Voces autorizadas del PS han realizado una severa autocrítica: teníamos que haber estado en Génova manifestándonos contra los poderosos de la Tierra. Entre los cuales estaban sus camaradas de la Internacional Socialista y compinches de la socialburocracia europea. Se trata de lo mismo: por arte de birlibirloque, quieren separar los buenos manifestantes de los malos y los buenos dirigentes de los malos, incluso si todos hacen lo mismo. Pero es cierto que a Blair le odian por ser supuestamente liberal (¿más o menos que Zapatero?) y asimismo al canciller Schröder, por ser alemán. Y en cuanto al Gobierno belga, socialverde o no, presidente de la UE o no, nada cuenta para los eternos bonapartistas franceses.

Yo he notado en diferentes ocasiones que la opinión de izquierda y la prensa políticamente correcta se indigna mucho menos o mejor dicho nada, cuando la policía comete lo que púdicamente todo el mundo califica de bavure (que podría traducirse por desliz), o sea cuando dispara y mata, en los periodos cuyo ministro de interior es socialista, que en otras ocasiones. Recuerdo un caso reciente, y no recuerdo si el ministro era aún el soberanista Chevenement o ya el bobo de Vaillant, cuando la policía disparó y mató a un joven argelino que supuestamente intentaba robar un coche. No incendiaba coches o almacenes, no lanzaba cócteles Molotov, ni siquiera piedras contra la policía no, tranquilo y despistado, el chaval ¡dicen! quería robar un coche, tal vez para pasear a su novia por aquellos arrabales parisinos y devolverlo después. Ocurre a menudo. Pues no hubo el menor atisbo de protesta por parte de los bienpensantes. Me dirán, esos, que no se puede comparar a un ladrón de coches con un manifestante “progresista”. Desde luego, no es lo mismo, pues yo prefiero mil veces los rateros a aquellos fanáticos que sueñan con dictaduras del proletariado y horizontes de alambradas de campos de concentración. Los rateros son menos peligrosos para la democracia y la sociedad. También es cierto que en las manifestaciones antiglobalización, hay de todo, hasta ingenuos imbéciles.

Pero el PS está inquieto y eso se refleja en las páginas de su portavoz “Le Monde”. Ante las presidenciales que se avecinan –y en las que para triunfar necesitarían la unión de todas las izquierdas, incluyendo las más extremistas, en las sectas trotsquistas, en los círculos de la “izquierda de la izquierda”, en esa arcaica nebulosa con nostalgias totalitarias que electoralmente no representan gran cosa, pero es que tres puntos bastarían para perder o ganar–, cada vez son más numerosas las voces que claman: ¡No votéis a Jospin bajo ningún pretexto!”. El PS tiembla. Menos mal que ha encontrado un inesperado aliado con Philippe Sollers, quien declara que sería un colmo si por culpa de esos desalmados izquierdistas ganara la derecha. Lo único que le faltaba, al bueno de Sollers, hacerse en sociata...

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