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Carlos Semprún Maura

Palmeras en el desierto

Que Francia vive un periodo de decadencia intelectual es obvio, pero tampoco puede negarse que existan palmeras en el desierto. No voy a dar aquí la nomenclatura de la minoría que resiste a la bazofia nacional burocrática dominante, me limitaré a señalar el interés de un ensayista, poco conocido en España, mucho menos, desde luego, que Jean-Francois Revel, pongamos por caso. Se trata de Guy Sorman, quien se declara abiertamente liberal y, por lo tanto, políticamente incorrecto.

Este ensayista ha publicado recientemente en “Le Figaro”, donde colabora habitualmente, dos artículos que merecen un comentario. En el primero (15/12), explicaba cómo la política era cara, en Francia, por culpa de los partidos y de su funcionamiento, a propósito de los antiguos y recientes escándalos de financiación ilegal. Opina que los partidos están enfermos, porque, sin ideales ni ideas, sin proyectos, no movilizan, ni entusiasman a nadie, y tienen que sustituir la adhesión voluntaria, el entusiasmo, la actividad altruista o militante, por un pesado aparato de funcionarios políticos, a los que hay que pagar, y lo mejor posible, porque si no, no se mueven. “Por eso cuesta tan cara la política”, dice.

En Francia, casi todos consideran que la ley sobre financiación de los partidos propuesta por E. Balladur y votada por el parlamento, en 1995, es perfecta. Pues Sorman, no. Resumiendo, sus tres apartados principales son: prohibición de donaciones de las empresas a los partidos; limitación de las donaciones personales, y de los gastos de las campañas electorales, y financiación de los partidos por el Estado, al prorrateo de su representación parlamentaria. ¿Porqué, se pregunta Sorman, sería más eficaz y moral financiar los partidos a través de los impuestos, lo cual obliga a los ciudadanos a subvencionar a sus adversarios, y no a través de donaciones privadas o empresariales transparentes y legales? Pero, teniendo en cuenta que la burocratización del mundo encuentra su punto álgido en Francia, y que no puede decretarse el entusiasmo y la entrega voluntarias, la política permanecerá en manos de los funcionarios y costará (como la televisión) cada vez más y seguirá habiendo estafas y financiaciones ilegales. Esta nota pesimista es mía.

Hoy, miércoles 27, Guy Sorman arremete contra el gran mito milenarista sobre la catastrófica deterioración del clima y los pánicos que genera. Basándose en estudios científicos del francés Marcel Leroux, del canadiense J. D. Kahl y de muchos más, demuestra que la tierra no tiene, ni ha tenido jamás un clima único, sólo climas regionales y variables, con eternos altibajos, y que aquello de que la temperatura de nuestro planeta sube hacía temperaturas infernales es un camelo, pero políticamente utilizado a gran escala. Lamento que no haya citado el Diluvio bíblico, debido, como todo el mundo sabe, a la industria norteamericana, y en donde se salvó el vascuence, como también es sabido. De paso se mete con la ministra “verde” Dominique Voynet, quién hizo fracasar la conferencia de La Haya, por odio anti-yanki, cuando lo esencial de las propuestas norteamericanas en aquella ocasión, se basaban en reforestaciones. La misma ministra en la conferencia internacional de Montpellier condenó los transgénicos, con el único argumento de que eran productos del sector privado. Pero hace tiempo que los Verdes fanceses se han convertido en la sucursal oportunista del PS, como también escribió Sorman.

Mientras tanto, Jean-Christophe Mitterand sigue en la cárcel.

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