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Carlos Semprún Maura

Papel mojado

La prensa gala se ha encabritado ¿quién es ese Donald Rumsfeld que se permite criticar a la vieja Europa? Aunque parezca curioso, Le Figaro, habitualmente muy comedido, resulta ser el más nacionalista, pero es que defiende al Presidente y al Gobierno, mientras que los periódicos de izquierda se sienten cohibidos ¿cómo van a apoyar a Chirac y Raffarin, en sus posiciones sobre la guerra contra Irak, si están en la oposición? Están de acuerdo, pero no pueden decirlo, habiendo decidido que todo lo que hagan el Presidente y el Gobierno tiene que ser malo.

La clase política también se ha enfurecido, y la que mejor metió la pata, fue la señora Bachelot, que finge ser ministra de Medio Ambiente, y sólo es un tiesto sin flores: hizo referencia al general Cambronne, forma velada, en Francia, de decir Merde!, que es, por lo visto, lo que contestó dicho general a los ingleses en la batalla de Waterloo, cuando le exigieron que se rindiera. Pero esta señora fue presidenta de un grupo parlamentario de amistad franco-irakí, lo cual explica muchas cosas. Lo que prácticamente nadie, en Francia, salvo el sarcástico e inteligente periodista radiofónico Ralph Pinto, pone en tela de juicio es el derecho de Francia y Alemania a decir “mierda” a los USA, en nombre de toda Europa, a propósito de Irak, y bajo el pretexto de que serían el “motor” de la construcción europea. Dado que a Chirac y a Schröder les gusta tanto criticar el “unilateralismo” norteamericano, ya sería hora de que alguien les dijese que basta ya de ese unilateralismo bicéfalo que pretenden imponer. Las decisiones europeas deben tomarse conjuntamente por los países de la UE y, cuando no hay unanimidad, tiene que haber mayoría.

Desde luego, los argumentos empleados por casi todos en contra de una intervención militar en Irak son patéticos. Se intenta crear la imagen de un Irak pacífico, víctima del imperialismo norteamericano, que nada tiene que ver con el terrorismo islámico. O señalan que hay otros países más peligrosos, una forma boba de considerar que ya que no se puede guerrear contra todos, más vale no guerrear contra ninguno. Pero lo que domina en Francia es el viejo espíritu muniqués: la guerra es lo peor de todo.

Mientras tanto, Francia, unilateralmente y sin mandato de la ONU, se ha metido en un lío padre (y militar) en Costa de Marfil. Con la conferencia, de claro corte colonialista, que acaba de celebrarse en París, pretendían haber resuelto todo. Representantes de los rebeldes y de los leales al presidente Gbagbo, con Kofi Annan, varios jefes de estado africanos y hasta el sangriento dictador Mugabe, lo cual armó legítimo escándalo, en varias capitales, se habrían puesto de acuerdo sobre el plan francés de “reconciliación nacional”. Gbagbo, seguiría en el poder, pero sin poder, y Sydou Diarra, “musulmán moderado del Norte”, uno de los jefes rebeldes, se convertiría en primer ministro.

Destaquemos que es la primera vez que se habla de “musulmanes del Norte”, lo cual demuestra el aspecto “guerra de religiones” o “guerra étnica” que se sabía que tenía el conflicto, pero no se decía. Pero la respuesta “a la Cambronne” de los pro-Gbagbo, en la capital, Abidján, ha sido inmediata y contundentemente antifrancesa: manifestaciones, disturbios, destrucción del liceo Jean Mermoz, del centro cultural francés, intentos de asalto de la Embajada, que las tropas francesas tuvieron que proteger a tiros, y lo que te rondaré moreno. Según la prensa de éste lunes, Chirac hubiera exigido a Gbagbo que impusiera el cese de las violencias antifrancesas. El aún Presidente dirá lo que sea, pero todo el mundo sabe que él es el organizador en jefe, de esos disturbios antifranceses, para reafirmarse en el poder. No sería nada imposible que los papeles firmados en la capital del (ex) Imperio colonial, no pasen de ser papel mojado.

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