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Carlos Semprún Maura

Peligro islámico

El Presidente Chirac ha reafirmado los principios de la República francesa -laicismo, igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, los mismos derechos y deberes para todos, igualdad de las mujeres y de los hombres, etcétera- al decidir promulgar una ley, que redactará Luc Ferry, ministro de Educación, para prohibir el velo en las escuelas. Pero, en lugar de apaciguar los ánimos, los enloquece. Este fin de semana, en varias ciudades francesas, mujeres musulmanas, con velo, fuertemente rodeadas y "protegidas" por barbudos, se manifestaron por las calles contra esa prohibición. Por lo visto se vieron 3.000 por las calles de París este domingo.
 
Al limitar los problemas del fundamentalismo islámico al dichoso velo, las autoridades se han metido en un lío padre. Hace por lo menos 20 años que ese fundamentalismo gana terreno en, prácticamente, el mundo entero y, claro, en Europa y concretamente en Francia. Para ellos, el velo es sólo un símbolo, una señal, que desgraciadamente distrae de lo esencial, la ofensiva islámica: boicotean las cantinas escolares que sirven cerdo, se niegan a "desnudarse" para hacer gimnasia, se oponen a la enseñanza de ciertos temas científicos, considerándolos contrarios al Corán, exigen piscinas reservadas a chicas musulmanas y en los hospitales musulmanas encintas se niegan (bueno, sus maridos) a que médicos varones se ocupen de ellas. Resumiendo, están conquistando, han conquistado ya, territorios en los que se ejerce el integrismo musulmán.
 
La reacción de las autoridades a esta solapada invasión ha sido nefasta. Bajo el manto de la tolerancia, sólo han demostrado incoherencia y cobardía con, de vez en cuando, reacciones de mal humor "republicano", expulsando a niñas con velo de los liceos, pero sin visión de conjunto. Todo ha empeorado con la creación del Consejo del Culto Musulmán, organizado por Sarkosy, que ha sido copado por los más integristas, lo cual era inevitable ya que se votaba en las mezquitas y la mayoría de ellas son fundamentalistas. Sus predicadores, si aún no se atreven a insultar directamente a la República francesa, atacan al Occidente decadente, condenan la "conspiración" americano-sionista y son tan públicamente antisemitas como desprecian coránicamente a las mujeres. Todo ello legalmente, aunque sea ilegal. Hay leyes (malas) que condenan la apología del racismo, existe el principio constitucional de la igualdad entre hombres y mujeres y todo ello lo pisotean los barbudos, mientras que los representantes de la República laica y democrática se cruzan de brazos y miran a otra parte.
 
Hay que ser muy ignorante – con perdón, señor ministro del Interior – para no saber que esa población, que ni siquiera saben como llamarla -"franceses de origen musulmán", "de origen magrebí", "procedentes de la inmigración"- en su inmensa mayoría no es musulmana, frecuenta muy poco o nada las mezquitas y sus problemas reales son de otra índole. Pero, de la misma manera que el rechazo más rotundo y más inteligente procede de esa "comunidad" y, sobre todo, como es lógico, de las mujeres -véase, por ejemplo, el grupo rebelde (rebelde contra el Islam), "Ni putas ni sumisas"- existen grupos radicales que incendian sinagogas, almacenes y escuelas judías. No es nada nuevo, recuerden el atentado contra la sinagoga de la calle Copernic, que hizo treinta muertos. Y muchos otros atentados islamistas. En estas circunstancias lo del velo parece irrisorio, que cada cual se vista como quiere, se dice, con razón, pero resulta que detrás de ese espejuelo apenas se esconde el fundamentalismo islámico y cuando se trata de ese fundamentalismo, se trata de terrorismo. El problema no es el velo, sino la dinamita. Queda por votar una ley contra el terrorismo.

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