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Carlos Semprún Maura

Segolène y los enanos

Si hubiera en Francia una derecha –no diré liberal, no pidamos peras al olmo–contemporánea y mínimamente inteligente, podría aprovecharse de la situación de una izquierda dividida y cada vez más carca que les está poniendo la victoria en bandeja.

Estoy hasta la coronilla de Segolène Royal, de sus dimes y diretes, de sus volteretas dialécticas y de su eterna sonrisa colgate. Además me he confirmado en mi escepticismo sobre la salud mental de los "tragarranas" (insulto británico a los franchutes). Como Josefina, la cantante de Kafka, esta señora no dice nada pero las masas frenéticas aplauden sus "discursos". "Firmeza ante la inseguridad y militarización de los jóvenes delincuentes", proclama. Su partido, o sea, sus enanos que se creen elefantes, protestan airadamente: "Ese no es un lenguaje socialista, nada de militarización: educación y buenismo". Ella: "¿Ven? Estamos todos de acuerdo: contra la inseguridad hace falta firmeza". Dos días después, afirma que las 35 horas son una catástrofe y la causa de "la degradación de la situación de los más frágiles". El PS, con la madre de la criatura –de la ley– Martine Aubry a la cabeza, protesta airadamente y Sègolene Royal admite que "es un formidable adelanto social".

¿Cuándo dice lo que piensa realmente? O peor aún, ¿cuándo dice algo? Pero la campaña mediática tanto de sus amigos como de sus enemigos y las sirenas de la (des)información, siempre golosas de modas y de fotogenia, la ponen por las nubes, exaltan su valentía, su desprecio de los tabús y su manera de no decir nada. Y si se creen los sondeos será elegida presidenta vitalicia.

Mientras tanto, los serios, los tristes, los enanos y burócratas de siempre, cerraron ayer su programa electoral, que no se titula "proyectos y perspectivas" sino "la biblia en verso", o mejor "el corán socialburócrata". Es un verdadero catálogo de horrores en el que no sólo se reafirman sino que se agravan todos los errores y fracasos del gobierno Jospin. Renacionalización de EDF y de Gaz de France, endurecimiento de las 35 horas, anulación de las reformas del gobierno Raffarin, aumento de los impuestos, reforzamiento burocrático en el mundo laboral y lo que te rondaré, morena. Un verdadero despeñaperros económico y social. Pero con una guinda en el pastel podrido, la única nota lúdica: el matrimonio homosexual y la legalización de la adopción de niños por las parejas gays.

Si hubiera en Francia una derecha –no diré liberal, no pidamos peras al olmo–contemporánea y mínimamente inteligente, podría aprovecharse de la situación de una izquierda dividida y cada vez más carca que les está poniendo la victoria en bandeja. Pues ni eso, la derecha está asimismo dividida, jugando sucio en la cumbre ­–como en el caso Clearstream– y con su combate de ambiciones entre líderes. Si además copia la política antisocial del PS parece imposible que presente una alternativa creíble. Ni siquiera son capaces de aprovecharse del fenómeno, esencialmente mediático, de la Royal, limitándose a comentar: "Es curioso, es interesante, sus ideas se parecen a las nuestras". Y bobadas así...

Los únicos que podrían representar una alternativa de derechas creíble son Sarkozy y sus colaboradores, pero tienen el lastre electoral de formar parte oficialmente de la mayoría desprestigiada, de tener que defenderse contra las perpetuas zancadillas de sus "aliados naturales", además de enfrentarse a sus adversarios, esos sí, naturales. Les quedan pocos meses (diez) para afirmarse como diferentes, reformistas y creíbles.

Se me iba a olvidar, el PS ha decidido, aún confidencialmente, rehabilitar a Stalin.

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