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Carlos Semprún Maura

Sí a los unos, amén a los otros

Se derrocha mentira por doquier, porque desde De Gaulle Francia siempre ha apoyado a los palestinos y a los países musulmanes contra Israel, y en este conflicto con el Hezbolá en el sur del Líbano sigue apoyando al "Partido de Dios" contra Israel.

Las andanzas de la infeliz Ségolène Royal en Oriente Próximo siguen provocando risas y malestar. Los episodios de este culebrón bolivariano son, resumidos, los siguientes. En Gaza le dice a Mahmud Abbas que Palestina necesita paz y un Estado. En Beirut se reunió con un grupo de diputados libaneses entre los que había algunos del Hezbolá; uno de estos declaró que Israel era un país nazi y que su "ocupación" del sur del Libano era peor que la ocupación nazi de Francia. Ségolène aplaudió y luego dijo que no lo había oído, presa de una enfermedad desconocida en los hospitales pero harto conocida en las cancillerías: la "sordera diplomática". Lo curioso del caso es que fue la única que no escuchó las habituales parrafadas antisemitas y antiyanquis de los terroristas del Hezbolá, porque fueron reproducidas por la prensa libanesa, árabe y, claro, israelí. Luego va a Israel, cena con la ministra de Exteriores, Livni (actualmente en París), y afirma que Israel tiene derecho a la seguridad y a la paz. La recibe cortésmente el primer ministro, Olmert, y Ségolène dice emocionarse ante los monumentos que recuerdan la Shoa y repite que Israel merece paz y seguridad. Total, que les dice sí a unos y amén a los otros.

No sólo hizo el ridículo a nivel político y diplomático, sino también a nivel personal. Cruzándose en el vestíbulo del hotel del Rey David, en Jerusalén, con Françoise de Pannafieu, diputada de la UMP y candidata a la Alcaldía de París en 2008, la agredió verbalmente –"¡A usted no la saludo!"– porque ésta había criticado su oportunismo cobarde ante Hezbolá, demostrando así su ignorancia de la más elemental cortesía y desvelando una vez más su carácter engreído y autoritario.

Hay mucha hipocresía en todo esto; mucha hipocresía y cobardía de las autoridades francesas. Hace algunas semanas, Philippe Dousteblazy declaró públicamente que no había que ser ingenuos porque Irán ya tenía armas nucleares. Regañado por Chirac y De Villepin, se rajó y se calló y ahora crítica a Ségolène porque ésta ha declarado –en Jerusalén, claro, no en Beirut– que había que impedir que Irán prosiguiera su fabricación de energía nuclear civil, porque había un riesgo evidente de que la transformara en militar. ¡Tumulto y escándalo! Todos proclaman que, según los acuerdos internacionales, cualquier país tiene derecho a dotarse de energía nuclear civil. Y todo el mundo sabe que Irán ya está en posesión de energía nuclear, tanto civil como militar.

Se derrocha mentira por doquier, porque desde De Gaulle Francia siempre ha apoyado a los palestinos y a los países musulmanes contra Israel, y en este conflicto con el Hezbolá en el sur del Líbano sigue apoyando al "Partido de Dios" contra Israel. La única diferencia es que la Royal es más tonta, pero resulta que eso gusta en Francia.

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