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Carlos Semprún Maura

Taifas sin reino

La campaña presidencial en Francia es totalmente florentina, pero sin Maquiavelo. Los candidatos más serios, los que caracolean a la cabeza del desfile en los sondeos, Chirac y Jospin, en ese orden, oficialmente sólo son probables, y no le falta razón a Alain Madelin, cuando ironiza sobre esta situación absurda: “¿cómo voy a criticar o eventualmente apoyar los proyectos de mis adversarios, si no son candidatos, aunque lo sean?” Si se conocía a la pitonisa de Mitterand, Elisabeth Tessier, a quien consultaba mucho más frecuentemente que a sus primeros ministros, o a su Rasputín-Attali, las pitonisas de Chirac y de Jospin, las —o los— que tienen en sus manos, o en su “bola de cristal”, el starter ¡declárate ahora! ¡zas!, se desconocen y la verdad es que lo están haciendo muy mal, la opinión pública se harta de tanto compás de espera. Con muchas dificultades, se deslumbran sin embargo, dos concepciones de la sociedad enraizadas en la realidad, pero únicamente francofrancesas. Sobre Europa, la mundialización económica, la política internacional, seguimos —siguen— dirigidos por los duques de niebla, con el más absoluto flou artistique (diría Yves Saint-Laurent, que acaba de dar el consabido y sonoro portazo en las narices de François Pinault, y no Bernard, como escribí, confundiendo los nombres de los dos nuevos ricos enemigos: Pinault, Francois, y Arnault, Bernard). Resumiendo, lo que está realmente en juego en Francia, después de España, —recuerden el duo dinámico Almunia/Frutos— es el proyecto de la derecha de modernizar la sociedad, luchando contra la burocracia estatal en todos los sectores, mientras que la izquierda carca reivindica su balance falangista de control burocrático de toda actividad social y hasta privada.

Evidentemente, ésta es la “realidad objetiva”, aunque en el discurso político sólo se trate de soslayo y refilón. El Estado lo es todo, dice la izquierda: progreso, nación, excepción cultural, seguridad social y planificación de los orgasmos. Aprovechando los rituales discursos de año nuevo, vida vieja, Chirac les acusa de haber abandonado el papel histórico del Estado, por ejemplo el del Ejército, inexistente hoy, como, pese a sus habladurías, el elemental de protección de los más pobres, ya que si ese control burocrático fuera tan eficaz como proclaman los ministros ¿por qué es tan necesaria la actividad de las asociaciones caritativas privadas? Vale la pena señalar, porque es algo inédito en Francia, y no existe en otros países europeos, el papel de la patronal MEDEF, y de sus dirigentes, Ernest-Antoine Sellière o Denis Kessler, quienes están demostrando más inteligencia reformista que los políticos. Lo que dice, pongamos, Giscard d’Estaing, no está del todo mal, pero ya lo habían dicho, y mejor estos empresarios.

Ha muerto René Etiemble, joven, 92 años. Yo admiraba sus libros sobre Rimbaud. En su necrológica, Le Monde, le trata de “gran defensor de las lenguas minoritarias”. Cualquiera podría pensar en el catalán o el bretón. Pues no, se trata del chino y el árabe, infinitamente más mayoritarias que el francés, lengua que Etiemble defendió con tanta furia como talento. Su interés por la cultura china tuvo sus momentos de desvarío, y sufrió del virus maoísta, por poco tiempo, mucho menos que Althusser, Sartre, Foucault y cien millonarios más. Chapado a la antigua, Etiemble siempre se negó a presentar su candidatura para la Academia francesa. Un honnête homme, se decía en París, o sea, un ingenuo para muchos, y un imbécil, para Cebrián.

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