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Carlos Semprún Maura

Tiovivo

Sangre y soborno contra petróleo y materias primas: así podría resumirse la política republicana y gaullista de Francia en ese continente que, entre otras muchas cosas, necesita una liberalización de los intercambios comerciales.

Lo de siempre, todo se repite. El G8 se reúne y ya se celebran las rituales manifestaciones en contra –por ahora mucho menos violentas que en Génova, pero con la misma ausencia de visión política que los hooligans futbolísticos– por amor a la castaña, al jaleo, al porrazo. El pasado domingo se celebraron multitudinarios conciertos “contra el hambre” que no procurarán un plato de lentejas ni de arroz a nadie pero, ¿qué más da? Todo quedó tan bonito, hubo tantas canciones y tanta gente; una catarsis bondadosa, una mierda en verso. Mientras tanto la ministra de Sanidad de África del Sur declara oficialmente que lo mejor contra el SIDA es el ajo. Sí, sí, nuestro querido ajo nacional. ¡Y nadie la envía a un manicomio!
 
Esta reunión del G8 va a confirmar, una vez más, la ya clásica fórmula según la cual la ayuda a los países “en vías de desarrollo” es una buena manera de hacer pagar a los pobres de los países ricos subvenciones para los ricos de los países pobres. Dos temas dominarán el G8, se nos dice: África y el clima. También se dice que se va a anular la deuda de 14 países africanos. Si se confirma, y es lo más probable, dentro de muy poco esos países podrán pedir nuevos préstamos y créditos, seguros de que dentro de cinco o diez años se anularán de nuevo sus deudas. El cuento de nunca acabar. Hace más de cincuenta años que se proclama en todos los documentos oficiales y en muchos privados que África va mal, como si se tratara de una maldición divina o de una fatalidad climática, cuando se trata de un problema esencialmente político y que además lleva un nombre: corrupción. La clase político-militar africana asola su continente, las guerras tribales y religiosas (Ruanda, Sudán, etcétera) matan a millones de personas y el SIDA extermina a los supervivientes. La prensa francesa ha descubierto que las ex colonias británicas en África resisten mucho mejor que las ex francesas a la catástrofe ¡Toma! Si Francia, desde hace decenios, no cesa de pillar y arrasar África, y no sólo en sus ex colonias. Sangre y soborno contra petróleo y materias primas: así podría resumirse la política republicana y gaullista de Francia en ese continente que, entre otras muchas cosas, necesita una liberalización de los intercambios comerciales.
 
También se discutirá sobre el clima. La introducción de “la lucha de clases” en el clima constituye una magnífica coartada para aumentar los impuestos y realizar autobombo propagandístico; todos muerden ese podrido anzuelo. Porque si hay problemas sus soluciones son sencillas pues tampoco se trata de maldición divina, ni de la maldad de Bush. Se trata de desarrollar los motores “limpios” de los coches, los filtros en las fábricas que contaminan, proteger los bosques y reforestar, aumentar el regadío (volver al trasvase del Ebro, por ejemplo) y multiplicar rápidamente la energía nuclear; soluciones agronómicas y científicas que no exigen tanta propaganda embustera –lo de Kioto constituye el mejor ejemplo– ni tanta demagogia cuyo único resultado es aumentar los precios y los impuestos sin que la contaminación disminuya.
 
Les dejo imaginar el furor, la rabia, la desesperación de los franchutes al enterarse –hace unos minutos– que Londres sería la capital olímpica en 2012. Tony Blair, el malvado, el odiado, les vence una vez más. En estas circunstancias yo me alegro, desde luego, que gane el Reino Unido pero, ¿dónde se esconde el deporte en esta marabunta?

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