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Carlos Semprún Maura

Todavía hay clases de lucha

Se ha convertido en costumbre en Francia: al Estado-Padre, todopoderoso, todobondadoso, le corresponde solucionar todos los problemas, incluyendo el cáncer, el clima y las penas de amor.

La noticia más importante del día en Francia, que oí por radio hace unas de horas, es evidentemente el arresto de 4 etarras en Burdeos ayer martes, al final de la tarde. Entre ellos está el número uno de ETA, o al menos eso se dice aquí: Javier López Peña. Nueva demostración de la colaboración –y algo más– de la policía francesa en la lucha contra ETA, que desde hace algunos años ha obtenido excelentes resultados.

Al lado de esa noticia tan positiva para un español de París y para unos cuantos millones de españoles más, ¿qué importancia puede tener que Bertrand Delanoe, alcalde de París y candidato primero a la jefatura del PS y luego a la Presidencia de Francia, invite a sus camaradas socialistas a "aceptar el liberalismo"? "Yo soy liberal, la derecha, no", ha declarado. Esto puede considerarse como un síntoma de que algunos en el PS han abandonado la idea de condenar el liberalismo como si fuera un sinónimo de nazismo y algo más peligroso que el sida, de lo cual cabría felicitarse, si no fuera porque Delanoe ni siquiera sabe qué significa liberalismo.

Los conflictos sociales conllevan a veces problemas humanos (ya sé, hubiera debido escribir siempre, pero no es cierto). Tenemos varios en Francia. Por ejemplo, los pescadores bloquean los puertos para exigir subvenciones que compensen el aumento del precio del carburante. Es perfectamente comprensible que protesten, pero al mismo tiempo permite constatar que en Francia, cada vez que surge un problema, los distintos gremios exigen del Estado que dé soluciones, o sea, que pague. Es lógico que así sea, porque se ha convertido en costumbre: al Estado-Padre, todopoderoso, todobondadoso, le corresponde solucionar todos los problemas, incluyendo el cáncer, el clima y las penas de amor.

¿Y qué importancia podrían tener los líos en el Parlamento? Por ejemplo, que se haya aprobado con bastante vocerío, como estaba previsto, la pésima por exageradamente proteccionista ley sobre los productos transgénicos. O que, sistemáticamente, por voluntad de fastidiar al Gobierno, los socialistas obstaculicen el voto sobre la reforma de las instituciones, que fortalece los poderes del Parlamento, pese a que esté en sus programas –y sólo allí– desde hace 50 años. Lo rechazan con el pretexto de que el presidente de la República no debería tener el derecho a personarse en su recinto para explicar, y se supone que defender, su política. Es de locos: con todos los poderes que la Constitución les concede a los presidentes les sigue prohibiendo presentarse personalmente, pero sus "mensajes" deben ser leídos ante diputados y senadores de pie, como si se tratara del clásico y tétrico minuto de silencio.

Se me olvidaba: la huelga general de funcionarios ha comenzado esta tarde, a las ocho, en los transportes.

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