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Carlos Semprún Maura

Un paso adelante, dos pasos atrás...

La dirección del PS, reunida en Estrasburgo para discutir sobre Europa, ha censurado tajantemente todo lo que podía tener de molesto para el buenismo sociata las recientes declaraciones de Segolène Royal, muy bien acogidas por la base, sin embargo.

Todo el mundo sabe que si tratas a un jorobado de eso, jorobado, se ofende mucho más que si le trataras de manco. Lo mismo nos ocurre a los viejos cuando nos tratan así. Recibí del Ayuntamiento de París una circular, enviada además por la Dirección de la Ayuda Social y de la Infancia –créanlo–, con una serie de consignas para protegernos de la próxima "canícula". Recibirla a principios de un mes de junio que ha superado todos los records de frío, desde que existen termómetros municipales, es para enfurecer a cualquiera. ¡Qué me vengan a hablar de canícula, a mí, que soy madrileño! Las "canículas" en París forman parte de los bulos climáticos en boga, y estos días la broma más oída es: "¡Cómo se nota el calentamiento del planeta, teniendo que sacar las bufandas y las gabardinas!". "¡Pero si hubo muertos en 2003!", repite la administración sociata. Sí, hubo muertos de asco, de tuberculosis, de cáncer, de vejez, de infarto, de aburrimiento, pero cuarenta grados no han matado nunca a nadie.

Pese a mi furor, leí las consignas, que no sólo son bobas sino hasta peligrosas: se nos recomienda, a los ancianos, ponernos ropa mojada. ¿Pretenden que agarremos pulmonías? En cuanto a las medidas contra la deshidratación, se olvidan de la más eficaz, experimentada por el Ejército imperial británico, basándose en costumbres indígenas: el té hirviente. El alcalde Delanoe, abajo firmante, algo debería saber de eso puesto que nació en Túnez. Aunque es verdad que no me gusta el té; prefiero el whisky, otra costumbre del ejército Imperial británico.

Pasando a cosas menos serias, este fin de semana los elefantes del PS le han cortado las alas a Segolène Royal. Se criticaba su ausencia de ideas, de programa; de limitarse a banalidades sobre la familia, el trabajo y el "orden justo" (¿y quién defiende el orden injusto?). Pues bien, ha aprovechado el comienzo de su gira pre-electoral, para disparar sus cañonazos contra Nicolas Sarkozy sobre el tema de la seguridad. Según ella, sería "laxista" y poco eficaz. Dos medidas que propone escandalizaron a sus camaradas, y hasta a su "compañero sentimental", Hollande. La primera ha sido sugerir la supresión, o suspensión, de las allocations familiales (ayudas familiares) a las familias cuyos hijos son traviesos, no van a la escuela o roban pirulís. Resulta que esta medida, perfectamente injusta, ya ha sido votada en el Parlamento. Más hubiera valido cumplir la ley y prohibir realmente la poligamia, que además está subvencionada por el Estado. El segundo tema de escándalo ha sido su propuesta de "encuadrar" militarmente a los jóvenes delincuentes. Pese a la imprecisión de la fórmula –¿qué propone exactamente?–, sus declaraciones han provocado escándalo: ¿cómo van a proponer los socialistas la militarización de la delincuencia juvenil? Me ha llamado la atención que se criticaba más su vocabulario que su contenido. Su lenguaje no sería un "lenguaje socialista", y así se evacua el contenido, el verdadero problema de la delincuencia juvenil en aumento.

Nadie ha discutido de cosas sensatas, como el restablecimiento de un servicio nacional, por una vez inteligente, en el que los jóvenes, delincuentes o no, aprendieran el manejo de las armas y, a la vez, un oficio. La dirección del PS, reunida en Estrasburgo para discutir sobre Europa, ha censurado tajantemente todo lo que podía tener de molesto para el buenismo sociata las recientes declaraciones de Segolène Royal, muy bien acogidas por la base, sin embargo. Con lo cual, sus virtuales electores se dirán: incluso si tiene buenas intenciones, no podrá jamás aplicarlas con un partido así, y no podrá ganar contra su partido; por lo tanto, votaremos a Le Pen. Por ejemplo.

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