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Carlos Semprún Maura

Vapores calenturientos

El negocio del clima, un añadido a las chorradas sobre "medio ambiente", debe ser un negocio rentable, porque de ese cuento viven el papanatas de Al Gore, y los verdes de todas las Batuecas.

Me ha ocurrido algo extrañísimo. Uno de mis hijos me ha llamado desde Nueva York para preguntarme por mi salud. Por ahora, muy bien, ¿por qué? ¿No sufres demasiado de la canícula? ¡Por favor! Algo de sol, después de una primavera asquerosa, es muy agradable. Resulta que había leído en la prensa neoyorquina que los ancianos moríamos como moscas, por estas tierras galas, debido a la canícula. ¿Cómo se llama eso? ¿Psicosis de masas? Terminarán por morirse de verdad, no de calor, sino del pánico que les han metido en la cabeza.

Recuerdo como no hace tanto, con la nueva religión –no sé si pagana o panteísta– de las vacaciones, los franceses se precipitaban hacia el sur por millones. Adoradores del sol, cuánto más bronceados mejor, provocaron con su frenesí solar la multiplicación de urbanizaciones marítimas hediondas y los incendios. Hoy todo ha cambiado; el sol, de benefactor de la Humanidad y hasta afrodisíaco, se ha convertido en el malo de la película. Da cáncer de la piel, provoca insolaciones mortales, infartos y cosas peores y vergonzosas. Los mismos que hace apenas diez años volvían de las playas orgullosos de estar más morenos que Naomi Campbell, vuelven hoy de esas mismas playas, pálidos como nabos, pero aún más orgullosos.

Está visto que se les puede hacer tragar cualquier cosa. Por poner otro ejemplo: los productos agrícolas genéticamente modificados. Se dice que son peligrosos. Es una mentira absoluta, pero todos se la creen. Nadie se atreve a decir la sencilla verdad: dichos productos pierden sabor. Porque, como me confesó una activista antimundialista, el que su peligrosidad fuera mentira no importaba, porque constituía un magnífico argumento propagandístico contra los monopolios agrícolas yanquis.

El negocio del clima, un añadido a las chorradas sobre "medio ambiente", debe ser un negocio rentable, porque de ese cuento viven el papanatas de Al Gore, y los verdes de todas las Batuecas; y no hay cumbres de la UE, del G8, de la ONU o del Séptimo Círculo sin la frasecita ritual sobre su importancia y su defensa. Todo termina en agua de borrajas y un aumento de las ecotasas. Pero cuando existe un problema real, como las harinas cárnicas que provocaron la terrible epidemia de las vacas locas, todos, empezando por los verdes, intentaron censurarlo al máximo.

Una de las plagas del periodismo es el verano, que produce monstruos, pero monstruos en bikini, monstruos de ocio y destape, y la canícula es uno de esos monstruos. Si el gobierno francés ha creado un "comité de crisis" para luchar contra fantasmas y el buen tiempo es para distraer al vulgo de los verdaderos problemas, las cuestiones graves, con muertos de verdad, bombardeos y atentados. Porque, ¿qué hacer con Hezbolá y Hamás y, sobre todo, qué hacer con Irán y Siria? Por ahora son estos países los que tienen la iniciativa y los Chiracand Cª, no pueden aparentar que no ven relación alguna entre los ataques contra Israel de Hezbolá y la voluntad iraní de "borrar ese país del mapa" y dotarse, caiga quien caiga, del arma nuclear. Nadie en Francia, ni en el gobierno, ni en la oposición, se atreve a designar quienes son los agresores, y aún menos, qué medidas proponen contra ellos. Menos mal que eso lo dejan –¡qué remedio!– de manos de Condoleezza Rice y prefieren esperar a que Segolène Royal opine sobre la canícula. No se ha confirmado aún pero, según ciertos rumores, va a presentar estos días un proyecto de planificación socialista de la temperatura.

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