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Carlos Semprún Maura

Velos impúdicos

Casi me da corte volver sobre este asunto, después del magnífico artículo de Alicia Delibes: El velo ¿un desafío islámico?, publicado en el nº 18 de La Ilustración Liberal. Recibí la revista con retraso, porque el correo no funciona en Francia desde hace años, y los retrasos son constantes, y hasta se pierden cartas, cosa inaudita para el “servicio de correos mejor del mundo”, como reza la propaganda chovinista gala. Era, eso sí, mucho más eficiente, y los carteros que tenían vocación (algo desaparecido) cuando el número de la calle iba equivocado en el sobre, recorrían la calle para encontrar el destinatario, hoy ni hablar. Doy este ejemplo, porque acaba de ocurrirme, pero hay muchos más.
 
Los sindicatos tienen una curiosa manera de defender los servicios públicos; como afirman, en realidad los sabotean con incesantes huelgas, a veces abiertas y legales, como la semana pasada, a veces clandestinas, de las que nadie habla, y te enteras porque no recibes cartas.
 
En los transportes ocurre lo mismo: huelgas y más huelgas, que convierten los viajes por tren en loterías y, al mismo tiempo, los sindicatos se niegan al “servicio mínimo”. “¡Nada de privatizaciones! ¡Defendamos los servicios públicos!”, son sus consignas, y al mismo tiempo los sabotean, porque lo hacen de tal forma que los usuarios, los ciudadanos, y el propio gobierno, no ven más solución que las privatizaciones, precisamente.
 
Pero este gobierno, que tiene buenas intenciones, es tan timorato en cuanto a reformas, que es como si no hiciera nada. Siguiendo en el capítulo de las huelgas, los periodistas de las radios estatales están en paro desde hace más de dos semanas, porque exigen los mismo salarios que sus colegas de la televisión estatal. De pronto, les ha entrado una envidia infantil y patalean: ¿por qué tienen chocolate, y yo no? Paralelamente a esa huelga, los periodistas de France 2, la más importante cadena de televisión estatal, se han reunido y han votado una moción de censura contra su Dirección, que ha cometido un error garrafal: el martes de la semana pasada, mientras Alain Juppé anunciaba, por TF1, que no dimitía, por France 2, y al mismo tiempo, se comentaba su dimisión inmediata y definitiva.
 
Volviendo al dichoso velo, este martes, en la Asamblea Nacional, 494 diputados, contra 36, votaron a favor de la nueva ley que prohíbe “los signos religiosos ostensibles” en las escuelas. Llegados a este punto de incoherencia y dejadez, con tantos años durante los cuales una minoría de integristas musulmanes habían logrado conquistar territorios islámicos en las escuelas francesas, y no sólo en las escuelas, también en los hospitales, y peor aun, en muchos barrios, al margen de las leyes de la República, parece evidente que esta ley es necesaria, precisamente porque los talibanes han hecho del velo islámico el símbolo principal de su conquista, como así lo demuestran las manifestaciones que no cesan, incluso si son escuálidas, y que hipócritamente se presentan como una defensa de la libertad de creencias y hasta del verdadero laicismo, cuando son el símbolo del sometimiento en las mujeres, y del fanatismo. Ahora bien, sería iluso considerar que este voto tajante ha zanjado el problema. Nuevos disturbios y hasta nuevos atentados son previsibles.

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