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Carlos Semprún Maura

Victoriosa ofensiva islamista

Cabe preguntarse para qué se mantienen tropas en un país si cuando resultan necesarias se les declara "no beligerantes", ayudando así a los rebeldes islamistas.

Desde De Gaulle, la política "africana" de Francia es un desastre, pero un desastre con beneficio económicos sabrosos para ciertas empresas franceses como, por ejemplo, las petroleras, Elf ayer (cuyos directivos terminaron en la cárcel) y Total hoy. Recuerden los recientes acontecimientos en Coste de Marfil, el escándalo de los diamantes regalados al presidente Giscard d’Estaing, por el tirano caníbal Bokassa, o los negocios sucios de un hijo de Mitterrand.

Se podrían escribir veinte libros sobre esos temas, pero me limitaré a un breve comentario sobre lo que está ocurriendo en el Chad, que constituye una ofensiva islámica victoriosa por más que nadie lo diga. El ejército francés está presente en el Chad desde hace decenios. Luchó contra Hissène Habré, ayudó al mismo Hissène Habré en su guerra contra Libia y ayudó al actual presidente, Idriss Déby, a tumbar a Habré y hacerse con el poder mediante un golpe militar que triunfó en diciembre de 1990. Desde entonces las relaciones del Chad con Francia fueron conflictivas pero perduraron, y el ejército francés sigue allí.

Desde hace pocas semanas una "ofensiva rebelde chadiana", pero armada, financiada y apoyada por el Sudán –uno de los países más radicalmente islamistas del mundo, que durante 30 años se ha dedicado a masacrar a los no musulmanes, y no sólo en el Darfur–, llega hasta la capital, Yamena. El objetivo del Sudán está bien claro: impedir la llegada de tropas europeas para hacerse cargo de los cientos de miles de refugiados del Darfur e intentar "pacificar" la zona. Pues bien, resulta que ahora ese proyecto de enviar tropas "pacíficas" bajo bandera de la ONU se ha pospuesto indefinidamente –o sea para siempre–, debido a la difícil situación en el Chad, cuando precisamente era esa situación motivo urgente de acelerar la intervención. Vamos, que Sudán ha tenido éxito.

Ante estos hechos el Gobierno y los medios galos demuestran una cobardía y una mala fe supinas. Da náuseas tener que escuchar este domingo a Bernard Kouchner, Hervé Morin (Defensa), o Claude Guéant, secretario general de la Presidencia, afirmar que Francia apoya al presidente "electo" Deby, pero que no puede participar militarmente a una guerra civil meramente chadiana, cuando participó en todas las anteriores y, además, el Sudán interviene masivamente. Afirman que cumplen con su misión evacuando a quienes lo deseen. Lo primero que evacuaron fueron sus aviones militares, luego evacuarán sus tropas y terminarán dejando al Sudán hacerse con el Chad y su petróleo. Porque hay petróleo. Islam y petróleo, lo de siempre. Cabe preguntarse para qué se mantienen tropas en un país si cuando resultan necesarias se les declara "no beligerantes", ayudando así a los rebeldes islamistas.

Ver cómo tantos medios aplauden la "prudencia" del Gobierno es bien triste. Contra Libia, las ropas francochadianas triunfaron; hoy Libia está de vuelta sin tantos obstáculos y la ofensiva islámica, en África, como en todas partes, prosigue victoriosamente. Y Kouchner, que "exigía" una intervención para salvar el Darfur, hace mutis por el foro y ni siquiera dimite.

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