El Presidente reunió el martes a las "fuerzas vivas de la nación", o sea, a los representantes de las organizaciones sindicales y patronales, para precisar su "hoja de ruta" económico-social para los diez próximos años. La prensa definió su discurso como "voluntarioso", aunque yo le consideraría más bien de arrogante –una vez más– y demagogo. No creo que valga la pena analizar detalladamente sus promesas, porque en eso se queda, y ya veremos si algo de todo ello se realiza. Daré, sin embargo, un ejemplo: en 2002, durante su campaña electoral, prometió una fuerte disminución de impuestos durante cinco años, la realidad es que si en 2003 disminuyeron un poquitín, volvieron a aumentar en 2004, y ahora promete que disminuirán de nuevo ¡en 2006! ¿Quién se lo va a creer? Dependerá de las circunstancias, que no son nada favorables. Asimismo promete la igualdad de salarios entre hombres y mujeres, pero para dentro de cinco años. No se toca a la dichosa ley de las 35 horas, convertida en vaca sagrada, pero menester sería "adaptarla".
Ya lo dijo Raffarin. Para solucionar el estancamiento, para no decir decadencia, industrial, propone una "agencia para la innovación industrial". Cuando existe un problema, se tiene por costumbre, en Francia, crear una comisión que lo estudie. Al cabo de meses, o años, la comisión presenta un informe y se disuelve, pero el problema permanece . Lo mismo ocurrirá con esta agencia, porque la innovación industrial no va a depender de un puñado de burócratas, profesionales de dichas comisiones. Lo único que se sacó en limpio es la promesa, factible ésta, de reducir las tasas e impuestos para las empresas, por ello el sindicato comunista CGT protesta, y la patronal MEDEF se declaró relativamente satisfecha.