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Carmelo Jordá

Carmena, contra el despatarre heteropatriarcal

A veces pienso que nos van a integrar tanto, que al final nos desintegrarán.

A veces pienso que nos van a integrar tanto, que al final nos desintegrarán.
Pablo Iglesias, despatarrado en un acto de Podemos.

El Ayuntamiento de Madrid, siempre atento a las verdaderas necesidades de los contribuyentes, ha atendido en lo que llevamos de semana dos reivindicaciones de esas urgentes, necesarias, casi diría perentorias, imprescindibles para evitar el colapso de la ciudad.

La primera, por supuesto, son esos maravillosos semáforos "inclusivos, igualitarios y paritarios" que ya alegran las aceras de la capital y que por fin han logrado que todo el mundo pueda cruzar la calle sin tener dudas sobre si ese muñequito se refería a ellos o a otra persona con unas necesidades completamente diferentes a la hora de sortear el tráfico.

Quién no se ha encontrado en alguna ocasión con una mujer o una pareja de mujeres indecisas y temerosas al borde de la acera, esperando como invidentes que alguien las ayude no ya a cruzar, sino a entender ese simbolito tan complejo y ajeno que era el señor en movimiento y de color verde.

La segunda genialidad ha sido, o mejor dicho va a ser, una campaña para que los hombres no hagamos un uso despatarrante y heteropatriarcal del transporte público, sentándonos no sólo en una postura tan poco estilosa como el vestuario de Camela sino, además, importunando a nuestros compañeros y, sobre todo, compañeras de viaje.

A algunos neoliberales les podría parecer que cómo se siente un señor en el autobús no es algo que deba preocupar demasiado a las autoridades municipales, que un gesto poco elegante y que, ciertamente, puede molestar al prójimo se puede solucionar con un poco de civismo y una pequeña llamada de atención. Algo, por ejemplo, como decir "Disculpa, pero me estás dejando sin espacio", y acompañar la frase de una sonrisa que, llámenme loco, quizá podría surtir el efecto desdespatarrantedeseado.

Pero no, ustedes y yo sabemos que es mucho mejor que Celia Mayer vaya dictando normas y normas y más normas en lugar de dejar que los ciudadanos convivan, se relacionen y solucionen sus pequeños conflictos ellos solos, con un poco de educación y otro poco de cortesía, dos cualidades que si te descuidas a estas alturas ya son propias de casta fachorra, neoliberal y quién sabe si corruPPta. Como sabemos también que Carmena, Mayer, Maestre y sus adláteres no pueden dejar a los simples ciudadanos una tarea tan compleja como identificarse con un icono en el semáforo que se entiende en todo el planeta, pero que ahora hemos descubierto que deja marginados, ofendidos y poco menos que humillados a aquellos que nuestro Ayuntamiento cree incapaces de cruzar una calle sin olvidar por unos segundos sus preferencias sexuales.

Habrá malintencionados que incluso lleguen a pensar que ese tipo de icono tiene como objeto, precisamente, ser lo más abstracto posible y que todo el mundo se sienta representado en él, pero paradójicamente nuestra izquierda cree mucho más "inclusivo" y "paritario" hacer signos particulares para unos y otros, quizá fruto inconsciente de su interés por ir dividiéndonos en grupos cada vez más pequeños según el sexo, la inclinación erótica, la edad, la ideología y, a este paso, la cantidad de pelo que tengamos, lo que comamos o si nos despatarramos o no al sentamos en el bus.

A veces pienso que nos van a integrar tanto, que al final nos desintegrarán.

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