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Carmelo Jordá

Cataluña y los tanques

Un país que no está dispuesto a hacer que se cumpla la principal de sus leyes se ha perdido el respeto a sí mismo y sus ciudadanos no merecen llamarse tales.

Un país que no está dispuesto a hacer que se cumpla la principal de sus leyes se ha perdido el respeto a sí mismo y sus ciudadanos no merecen llamarse tales.

Es increíble la virulencia con la que se responde en este país a lo que es obvio o, al menos, debería serlo. Vale, ya sé que cuando habla Margallo te entran ganas de llevarle la contraria aunque tenga razón, y también sé que si algún ministro debería guardar silencio sobre la cosa catalana es, precisamente, el de Exteriores, que es que no calla ni debajo del agua el andoba.

Pero bueno, pasando por encima del hecho incuestionable de que las declaraciones de Margallo las tendría que haber hecho Fernández Díaz –otro que tal–, lo cierto es que en cualquier país civilizado un gobierno que anunciase que hará cumplir la ley lo que daría sería un poco de risa, por lo obvio.

Pero aquí no, aquí si el Gobierno dice que va aplicar no cualquier ley o un reglamento ministerial, sino la mismísima Constitución, resulta que es un facha, un intransigente, un fanático.

El señor Aitor Esteban, portavoz parlamentario del partido fundado por el loco Arana, incluso se ha hecho el gracioso y ha ironizado con el envío de tanques. Supongo que a pesar de que ya sabe, porque es del PNV pero no tonto del todo, que el envío de tanques también se recoge en nuestra Constitución, nada más y nada menos que en el artículo 8, en el Título Preliminar, es decir en la parte esencial de la Carta Magna:

Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.

Pero también sabe, como sabemos usted y yo, querido lector, que aquí no sólo no se tiene ninguna intención no ya de mandar tanques, sino ni siquiera de mandar unas parejas de la Guardia Civil a recoger urnas ilegales.

No digo yo que tengamos que irnos con las escopetas al Ebro a matarnos pegando tiros; de hecho, me parece propio de un país civilizado que no estemos dispuestos ni a matar ni a morir como si cualquier cosa. Pero también me parece que un país que no está dispuesto a hacer que se cumpla la principal de sus leyes se ha perdido el respeto a sí mismo y sus ciudadanos no merecen llamarse tales.

Y al país que se ha perdido el respeto a sí mismo y a los ciudadanos que se comportan como súbditos lo que les espera no es precisamente la libertad, ni en Cataluña ni en lo que quede de España.

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