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Carmelo Jordá

'Cecil': ¡han matado al padre del Rey León!

Lo que ya es de auténtica risa es esa idea de que la naturaleza es buena, amable y pacífica como una alcaldesa de Podemos.

Lo que ya es de auténtica risa es esa idea de que la naturaleza es buena, amable y pacífica como una alcaldesa de Podemos.
El león Cecil | Imagen Youtube

Desde la madre de Bambi y el pobre Excálibur no habíamos asistido a una ceremonia de llanto biempensante como la que nos ha proporcionado el león Cecil, la última maravilla de Zimbabue, que fue cazado hace unos días por un dentista americano, en el que parece que el mundo entero ha descargado el odio que tenemos a estos profesionales, tan necesarios pero con los que suele disgustarnos tener un encuentro.

Aclaremos antes de seguir que no me alegra la muerte de ningún león ni, si exceptuamos la de las cigarras y las moscas, la de casi ningún ser vivo. No obstante, también les digo que eso no me hace renunciar a determinados hábitos –o gustos, o placeres o necesidades, llámenlo como quieran–, como comer jamón, marisco o churrascos de ternera. Lo siento, pero es lo que hay.

Dicho esto, también les diré que me parece muy respetable que alguien decida que él no quiere tener que ver con la muerte de ningún animal y se alimente exclusivamente de forma vegetariana. Estupendo… mientras no trate de imponerme su opción personal.

Pero, más allá de las opciones personales con las que cada uno decida conducir su paso por este valle de lágrimas, lo que sí considero nocivo es perder cierta perspectiva en relación con el mundo que nos rodea y con la naturaleza con la que debemos convivir. Cuestiones como olvidar que los animales son eso, animales, mientras que las personas son personas, y esas son categorías muy diferentes. Un león, por ejemplo, no puede ser asesinado, precisamente porque no es humano. Como bien ha defendido Savater: "Sólo un bárbaro no distingue entre un humano y un animal".

Esa humanización de los animales tan disneyniana no sólo es profundamente estúpida, sino que es notablemente peligrosa: al final es uno de los caminos más rápidos para devaluar lo verdaderamente humano, para que la vida de un niño valga lo mismo que la de una rata de laboratorio, y yo, qué quieren que les diga, creo que todas las ratas del mundo no valen la vida de un niño.

Y lo que ya es de auténtica risa es esa idea de que la naturaleza es buena, amable y pacífica como una alcaldesa de Podemos y sólo ve su paz turbada por la perversa irrupción del hombre. Pongamos un ejemplo: cuando un león –precisamente– llega a macho dominante mata a las crías de la manada para que las hembras entren en celo y críen a sus hijos y no a los del jefe anterior. Eso es la naturaleza: un ámbito sin reglas, profundamente amoral, el reino de la fuerza. Eso no quiere decir que debamos tener el mismo comportamiento con el mundo natural, precisamente porque conceptos como el de compasión o el de preservación son patrimonio, única y exclusivamente, de los hombres.

Además, hay también un elitismo miserable en estas posiciones tan puritanas sobre estos asuntos: lo cierto es que en países como Zimbabue la caza es uno de los recursos que, convenientemente explotado, puede sacar a muchísima gente de la miseria, pero desde la comodidad de Occidente eso nos da igual, porque nos parece fatal que maten al pobre Cecil, que seguro que se deja huérfanos y viuda como el padre del Rey León.

No sólo es que los adoradores de los leones no están dispuestos a pagar por contemplarlos la décima parte de lo que los pérfidos cazadores pagan por cazarlos, es que la caza es una herramienta imprescindible para gestionar espacios naturales que son grandes pero aún así limitados, y que por sí mismos no pueden mantener poblaciones descontroladas.

Y sí, a los leones se les puede cazar porque, además, no son una especie en peligro de extinción: quedan decenas de miles en África, aunque, afortunadamente, la mayoría no tenga un club de fans bobos como Cecil, que en gloria esté.

*Me aclara Miguel del Pino, que él sí que sabe de estas cosas, que las matanzas de crías no funcionan como las he descrito sino que se producen cuando una horda de machos toma el control de un grupo de hembras desplazando a otros machos. Creo que no cambia el fondo de lo que he escrito pero lo aclaro para que quede mejor explicado.

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