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Carmelo Jordá

Duran, el hombre providencial

¿Por qué no se va Alicia Sánchez Camacho a Uniò para seguir con los ojos vendados al salvador de España?

¿Por qué no se va Alicia Sánchez Camacho a Uniò para seguir con los ojos vendados al salvador de España?

Se nos destapa Alicia Sánchez Camacho con unas declaraciones en las que afirma que sólo Duran i Lleida puede evitar la independencia de Cataluña; sólo él puede salvar la patria; España y sus 2.000 años de historia en manos del noi del Palace, por si nos quedaba algo por ver.

Surgen rápidamente dos preguntas para las que, por ahora, no tengo respuesta: cómo es que la popular no abandona ipso facto su propio partido para seguir con los ojos vendados al salvador de España; y si la entrada triunfal de Duran en Barcelona será a lomos de un tanque o de un borriquillo.

Mientras meditamos sobre estos enigmas, las clarividentes palabras de la líder del PPC constatan, una vez más, la profundidad de su razonamiento político y su sobresaliente capacidad estratégica: se pone en las manos de Duran en el mejor momento de éste, justo después de que su partido haya admitido ante la Justicia que se financiaba ilegalmente.

Además de confirmarnos lo que ya sabíamos sobre la aguerrida política popular, esta noticia nos podría hacer reflexionar acerca del inusitado y a mi juicio sorprendente prestigio que el de Uniò tiene en la capital del reino, más conocida como Madrit.

Duran y su pulida calva llevan años, muchos años, de brillantísima carrera en medio tan hostil y centralista. En todo este tiempo no se le han conocido grandes teorizaciones ni actitudes de excesiva gallardía: pocos políticos –he aquí una de las claves de su larga permanencia en la mamandurria– tan adaptables a las circunstancias; menos aún con su capacidad de mimetizarse con el entorno..

Antes, a eso lo llamábamos "cambiarse de chaqueta", con una frase un tanto anticuada que, sin duda, se ha visto superada en estos tiempos en que la "capacidad de diálogo" y la "búsqueda de puntos de encuentro" son norte y guía de la acción, con perdón, política.

En fin, que nunca durante todos estos años se le ha visto a Durán un gesto que llamase la atención, algo que pudiera interpretarse como un puñetazo sobre la mesa, una respuesta a sus jefes en Cataluña que no fuese un doblado de testuz tan perfecto como el planchado de sus primorosos trajes.

Y a ese hombre valeroso, a ese que fue arreglao pero informal a una manifestación a pedir esa independencia en la que después dice no creer, precisamente a él y no a otro, va y le encomienda Sánchez Camacho la compleja tarea de salvar España.

Pues, como decía aquel, el último que apague la luz.

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