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Carmelo Jordá

El 5 a las 5 y la emoción

Escuchando a Toñi, a Santiago, a Pilar, a Regina o al propio Alcaraz y viéndolos en compañía de tantos miles uno llega a pensar que no todo está perdido y que quizá un día podamos recuperar el orgullo de ser españoles, de ser ciudadanos, de ser libres.

La de este sábado no fue la primera manifestación de víctimas a la que acudí ni era la primera vez que escuchaba el testimonio de personas como Pilar Elías o Toñi Santiago. Pero de nuevo en esta ocasión, como en todas y cada una de las anteriores, me emocioné hasta el punto de tener que luchar conmigo mismo para no dejar salir las lágrimas.

Lágrimas que no son de lástima o de conmiseración ante los terribles dramas personales de esas personas que tenemos frente a nosotros en el escenario (este sábado yo los tenía muy cerca, a un par de metros y mientras bregaba conmigo mismo podía verles a ellos llorar); sino de emoción y admiración por el tremendo ejemplo que ellos representan.

Lágrimas ante la valentía del que no quiere dejarse avasallar, ante el esfuerzo de los que se niegan a olvidar aunque el recuerdo sea tan doloroso, ante el valor cívico de los que tienen claros sus derechos y sus libertades y que han pagado un altísimo precio por ellos.

Lágrimas también al constatar que no están solos, ni siquiera en una sociedad tan adormecida como la nuestra, con una ciudadanía que parece no querer recordar que lo es y unos medios capaces de silenciar un acontecimiento de esta magnitud por espurias razones y sucios intereses. Pues a pesar de todo, aun hay muchas personas que están dispuestas a luchar por lo que es justo y a estar del lado de los que son justos: este sábado nos reunimos decenas de miles en Madrid que no somos sino la representación de millones en España.

Los discursos, las banderas, la alegría de sentirnos entre compatriotas y, sobre todo, entre ciudadanos conscientes de que esa condición comporta unos derechos y unas obligaciones, hicieron de la de este sábado una jornada hermosa, inolvidable y emocionante, como lo han sido todas las anteriores y lo serán todas las que vengan a partir de ahora.

Como bien ha escrito mi compañero Raúl Vilas, tras una tarde así ser español es un poco menos difícil, tras escuchar a compatriotas cuya vida y palabras son tan ejemplares uno se reconcilia con este pequeño trozo de tierra que en el día a día nos da más sinsabores que alegrías.

Escuchando a Toñi, a Santiago, a Pilar, a Regina o al propio Alcaraz y viéndolos en compañía de tantos miles uno llega a pensar que no todo está perdido y que quizá un día podamos recuperar el orgullo de ser españoles, de ser ciudadanos, de ser libres.

¿Les parece que no es para emocionarse? ¿Creen que algo así no merece derramar unas lágrimas... de alegría?

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